Cada persona carga con su propio karma, es decir, carga con una serie de “méritos” y “faltas” que ha cometido a lo largo de varias vidas en sucesivo. Cada uno de nosotros, antes de nacer, ya tenemos un Destino que viene configurado, y en él viene determinado los eventos más importantes que vamos a experimentar, los buenos momentos de felicidad y de placer, así como también todos los momentos negativos tales como sufrir abusos e injusticias, padecer enfermedades, y todo tipo de desgracias. El haber tenido una vida realizando actos de crueldad hacia otros o robándoles a otros sus posesiones nos traerá como resultado que en nuestra próxima vida padeceremos toda clase de violencia física y estaremos indefensos ente ella, o viviremos en la más cruda pobreza. Lo que le quitamos a otros luego nos será quitado, y el daño que hacemos a otros nos será devuelto, pero no siempre esto ocurre en una misma vida.
Pero, somos nosotros mismos quienes cargamos con la responsabilidad de nuestras acciones, y sufrimos por los males que hacemos, y también disfrutamos por los buenos actos que hacemos. Nadie puede pagar por nosotros lo que a cada uno de nosotros le toca pagar. Nadie, ni siquiera el mismo Jesús de Nazaret, puede pagar por el mal de cada persona ni puede alterar la Ley de Karma o el Destino a favor de nadie. Todo lo bueno que una persona hace es recompensado tarde o temprano: dinero, casa, amistades, recibir ayuda de otros, ser estimado y admirado por otras personas, y todo lo que contribuya a nuestra felicidad y alegría. Todo lo negativo que alguien hace es igualmente recompensado: pobreza o pérdida de los bienes, no tener donde vivir o que nos quiten nuestra casa, falta de ayuda de las demás personas, recibir violencia física u otra clase de abusos, vivir en el abandono, sufrir la indiferencia de otros hacia nosotros, y cualquier otra clase de desgracias y malestares.