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Solo pensar que todo crece con una perfección, me cuesta conservar ese mero tiempo que ha de marcar mi reloj. ¿Y por qué? Porque he de decaer en los vastos jardines del recuerdo, cuál florecen y dan frutos los árboles de mi memoria. Para dejar paso al cenit de las altas horas del ruiseñor, donde sobra la nobleza y entra vos, con ese vas de tu hermosura.
Pues no tendría vida alguna, si vivimos de los viejos trazos de mi pluma, ni con el pincel de mis ojos, para cuando llegue ese día en que el verano hace temblar tu beldad, pueda descongelar ese frío inviernos, cuál hace brillar a los ojos ante la luz del sol. Porque toda belleza algunas veces no es admirada, más por ese león que no sé hartan ya en cuidar a esa dama de oro, más si piensa que aún la tiene en sus garras. Y deja para el humilde cordero esa tierra lejana de los sueños, para que dibuje con su palma de la mano, esa naturaleza que en las mañana no podrá abrazar o afrentando al viejo tiempo, en una lucha constante, donde los versos siempre jóvenes, llegan a terminar siendo viejos. Amor, no siempre mis escritos, será un joven coronado, pero mientras deleite mi caligrafía en tu nombre, estos versos perdurarán.
Pues no tendría vida alguna, si vivimos de los viejos trazos de mi pluma, ni con el pincel de mis ojos, para cuando llegue ese día en que el verano hace temblar tu beldad, pueda descongelar ese frío inviernos, cuál hace brillar a los ojos ante la luz del sol. Porque toda belleza algunas veces no es admirada, más por ese león que no sé hartan ya en cuidar a esa dama de oro, más si piensa que aún la tiene en sus garras. Y deja para el humilde cordero esa tierra lejana de los sueños, para que dibuje con su palma de la mano, esa naturaleza que en las mañana no podrá abrazar o afrentando al viejo tiempo, en una lucha constante, donde los versos siempre jóvenes, llegan a terminar siendo viejos. Amor, no siempre mis escritos, será un joven coronado, pero mientras deleite mi caligrafía en tu nombre, estos versos perdurarán.