T
Tostoncito Ricote
Invitado
Una vez conocí a una poeta deseosa de alcohol y orgasmos. A diferencia de la mayoría, no me imaginaba a los poetas como bichos amantes de las drogas, sino lectores bajo una lluvia que jamás escampa porque siempre vuelve a llover. Pero una vez conocí a una poeta con más ganas de sexo que de libros. Yo esperaba tarde en un taller literario y ella decía bájate el pantalón aquí mismo. Si una vez conocen a una poeta irá directo al grano, sin una metáfora o seducción sutil. Fue un romance, al menos eso significó para mí, en el que entregué todos mis prejuicios y me devolvieron pasión desenfrenada por el erotismo. Jamás una poeta habló a sus amantes sobre Walt Whitman o el último poemario que en una noche le cambió de sitio las neuronas y el alma. Pero una vez conocí a una poeta que me leyó dos versos de Borges:
Moriré y conmigo la suma
del intolerable universo.
Como todo aquel que lee ese poema, se suicidó semanas después. Jamás he leído el texto completo, solo recuerdo ese par de versos que jamás han salido de mi memoria. Esperaba tarde en un taller literario, quería verla aparecer y disfrutar su felación, pero me invitaron a entrar porque afuera llovía, escampaba y siempre volvía a llover. Entonces vi la oscura cara de los poetas. Discutían sobre la flaca depresiva que jamás leyó un poema y se suicidó estrepitosamente, como cualquier intelectualoide patético.
—Era una muchacha muy bonita.
—Seguro que venía aquí porque los papás no la querían en la casa. O sabe dios qué le pasó.
—Esa lo que era buena para otras cosas, no para la poesía. La de veces que se quedaba boba cuando leían, no entendía ni una palabra. Pero, ay, chico, la de veces que le insistí a la carita boba esa para que me mamara la pinga. Pero era más comemierda...
Una reyerta de sangre y patadas en los testículos. Me golpearon con tomos de poesía hasta dejarme inconsciente. Una vez conocí a una poeta deseosa de amarme y desmitificar la poesía.
Moriré y conmigo la suma
del intolerable universo.
Como todo aquel que lee ese poema, se suicidó semanas después. Jamás he leído el texto completo, solo recuerdo ese par de versos que jamás han salido de mi memoria. Esperaba tarde en un taller literario, quería verla aparecer y disfrutar su felación, pero me invitaron a entrar porque afuera llovía, escampaba y siempre volvía a llover. Entonces vi la oscura cara de los poetas. Discutían sobre la flaca depresiva que jamás leyó un poema y se suicidó estrepitosamente, como cualquier intelectualoide patético.
—Era una muchacha muy bonita.
—Seguro que venía aquí porque los papás no la querían en la casa. O sabe dios qué le pasó.
—Esa lo que era buena para otras cosas, no para la poesía. La de veces que se quedaba boba cuando leían, no entendía ni una palabra. Pero, ay, chico, la de veces que le insistí a la carita boba esa para que me mamara la pinga. Pero era más comemierda...
Una reyerta de sangre y patadas en los testículos. Me golpearon con tomos de poesía hasta dejarme inconsciente. Una vez conocí a una poeta deseosa de amarme y desmitificar la poesía.