Erika Blackthorn
Nivel 4
- 403
- 991
Hola, foreros. ¿Creen que esto sea un suicidio o un asesinato?:
«dong» «dong» «dong»
Gotea, una y otra vez, se sienten las gotas caer, de tres en tres hasta impactar amortiguadamente. Ya el agua se ha amontonado, lo puede sentir.
Puedo sentir ese constante sonido mezclado con el sonido del viento, este susurra en un idioma inimaginable, grita pero sigue susurrando.
En medio de la nada, sin nada a lo que aferrarse, solo tiene estos sonidos como compañía. Empuja todo lo que toca, lo roe como ácido.
Su visión la engaña, le traiciona, todo es negro hasta el punto de estar atrapado en la letanía.
Otro sonido desafía al silencio, es su respiración calmada, como si estuviera descansando, tal vez porque sabe que pronto tendrá todo el tiempo para hacerlo. Suena tentadora la idea, un lugar como aquel, en el que solo existía paz.
En sintonía con su ambiente, se sienten pasos, no recientes, sino de hace una hora, como si estuviesen ansiosos, caminando sin que les brinde satisfacción o tranquilidad.
Sin embargo, es lo más amortiguado que puede existir en ese lugar. Después de todo, ¿Quién ha visto un espejo que camine? Un reflejo normal, sea de este mundo, solo es una ilusión óptica, los de este mundo.
Su perfil, apenas desdibujado, se alza lentamente, lo ve. Sabe que su única presencia impregna la habitación pero lo ve.
No, no puede verlo, perdón, sino que lo siente.
Sabe también que es patético, todo eso, lo es. Está atrapada en unas cuatro paredes sin ventanas mientras gota a gota, el líquido se dispersa.
Ni se inmuta cuando se acerca a ella, más de lo que ya ha tenido.
Justo a su lado, palpa con un ligero movimiento de manos, un tanque, el dueño del espejo y del contenido. Se había dado cuenta de que estaba ahí incluso antes de verlo.
¿Cómo no notar la fuente mediante los que caían gotas? Estas llegan a su cuello, lo recorren como caricias abrasantes.
Comfortables y extrañas, en cada se distiguen de los vidrios de sueños rotos clavados en su espalda. Ni podría diferenciarlos del collar de cristal ya quebradizo que se le incrusta en la carne. Recuerdos de ser un puppy cuyas cadenas clamaban protección.
No se había movido, solo el pequeño gesto hacia la superficie de metal. Su compañía la miraba con ojos voraces pero no tan afilados como su sonrisa, que era tan hermosa como era letal y escalofriante.
Se agachó en frente del cuerpo practicamente inmovil. Le tendió una mano, cuyas uñas sobresalían, dicha mano le acaricio el rostro, enroscandose al final el largo mechón. Jugaba.
De ojos a ojos, miles de silenciosas palabras, cuchillos de doble filo. Sabía que nunca iba a ser suficiente y que tarde o temprano iba a ahogarse en sus propia mancha, en sus propios pensamientos, como todos a los que los sustentan sus emociones.
Manifestó entonces su acto de misericordia, bajó su mano, con un aparentemente delicado movimiento de su dedo.
«dong» «dong» «dong»
Impactó al suelo el aliento escurridizo. Mancharon el pisó dos colores, el conocido verde ácido y el escarlata metalico...
«dong» «dong» «dong»
Gotea, una y otra vez, se sienten las gotas caer, de tres en tres hasta impactar amortiguadamente. Ya el agua se ha amontonado, lo puede sentir.
Puedo sentir ese constante sonido mezclado con el sonido del viento, este susurra en un idioma inimaginable, grita pero sigue susurrando.
En medio de la nada, sin nada a lo que aferrarse, solo tiene estos sonidos como compañía. Empuja todo lo que toca, lo roe como ácido.
Su visión la engaña, le traiciona, todo es negro hasta el punto de estar atrapado en la letanía.
Otro sonido desafía al silencio, es su respiración calmada, como si estuviera descansando, tal vez porque sabe que pronto tendrá todo el tiempo para hacerlo. Suena tentadora la idea, un lugar como aquel, en el que solo existía paz.
En sintonía con su ambiente, se sienten pasos, no recientes, sino de hace una hora, como si estuviesen ansiosos, caminando sin que les brinde satisfacción o tranquilidad.
Sin embargo, es lo más amortiguado que puede existir en ese lugar. Después de todo, ¿Quién ha visto un espejo que camine? Un reflejo normal, sea de este mundo, solo es una ilusión óptica, los de este mundo.
Su perfil, apenas desdibujado, se alza lentamente, lo ve. Sabe que su única presencia impregna la habitación pero lo ve.
No, no puede verlo, perdón, sino que lo siente.
Sabe también que es patético, todo eso, lo es. Está atrapada en unas cuatro paredes sin ventanas mientras gota a gota, el líquido se dispersa.
Ni se inmuta cuando se acerca a ella, más de lo que ya ha tenido.
Justo a su lado, palpa con un ligero movimiento de manos, un tanque, el dueño del espejo y del contenido. Se había dado cuenta de que estaba ahí incluso antes de verlo.
¿Cómo no notar la fuente mediante los que caían gotas? Estas llegan a su cuello, lo recorren como caricias abrasantes.
Comfortables y extrañas, en cada se distiguen de los vidrios de sueños rotos clavados en su espalda. Ni podría diferenciarlos del collar de cristal ya quebradizo que se le incrusta en la carne. Recuerdos de ser un puppy cuyas cadenas clamaban protección.
No se había movido, solo el pequeño gesto hacia la superficie de metal. Su compañía la miraba con ojos voraces pero no tan afilados como su sonrisa, que era tan hermosa como era letal y escalofriante.
Se agachó en frente del cuerpo practicamente inmovil. Le tendió una mano, cuyas uñas sobresalían, dicha mano le acaricio el rostro, enroscandose al final el largo mechón. Jugaba.
De ojos a ojos, miles de silenciosas palabras, cuchillos de doble filo. Sabía que nunca iba a ser suficiente y que tarde o temprano iba a ahogarse en sus propia mancha, en sus propios pensamientos, como todos a los que los sustentan sus emociones.
Manifestó entonces su acto de misericordia, bajó su mano, con un aparentemente delicado movimiento de su dedo.
«dong» «dong» «dong»
Impactó al suelo el aliento escurridizo. Mancharon el pisó dos colores, el conocido verde ácido y el escarlata metalico...
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