Helaena89
Nivel 5
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Había una vez una hermosa niña de cabellos ondeados tan dorados como el sol.
La niña tenía unos padres tan poco creativos que la llamaron “Ricitos de Oro”.
Aunque no por mucho tiempo puesto que decidieron que no sabían que hacer con ella y la abandonaron en el bosque.
Por suerte hacía unos días había encontrado una casita de lo más hermosa allí en medio de la nada.
Ahora la chica alegre regresaba saltando de un lado a otro con una cesta llena de fresas silvestres que había recogido para el postre.
Se dirigió a la cocina donde ya había terminado de cocerse el guiso.
Probó una cucharada del primer caldero.
«Exquisito, pero demasiado poco» decidió
Pasó a la siguiente olla.
«Mucha más cantidad—observo— sin embargo estaba mucho más aguado»
¿Qué esperaban? Era un niña que recién estaba aprendiendo a cocinar.
La última y gigantesca olla le pareció muy alta, así que busco un asiento y se subió en él.
«Era mucha cantidad—se asombro hambrienta— y además sabía incluso mejor que el primero»
Rápidamente busco el plato de madera de madera de mayor tamaño y se lo sirvió lleno.
No estaba exagerando, los días anteriores había trabajado muy duro y ahora disfrutaba de su recompensa.
Se terminó toda la sopa sin inconveniente y se fue a reposar a la gigantesca cama que ya había probado días antes, y al igual que la cena era la que más le había gustado.
Antes que nada, saco las tres pieles que ya había tratado.
La pequeña era demasiado blanda, la mediana muy recia y la tercera era perfecta suave y a la vez fuerte.
Se acurrucó en la confortable piel del mayor de los osos y durmió como un ángel.
Antes de caer en un sueño profundo, recordó las palabras de los osos cuando la encontraron.
!Alguien se ha comido mi cena!
!Alguien ha roto mi silla!
!Alguien trae mi hacha!
PD : Este cuento va dedicado a mi hermosa y sensual persona, gracias por leer.
La niña tenía unos padres tan poco creativos que la llamaron “Ricitos de Oro”.
Aunque no por mucho tiempo puesto que decidieron que no sabían que hacer con ella y la abandonaron en el bosque.
Por suerte hacía unos días había encontrado una casita de lo más hermosa allí en medio de la nada.
Ahora la chica alegre regresaba saltando de un lado a otro con una cesta llena de fresas silvestres que había recogido para el postre.
Se dirigió a la cocina donde ya había terminado de cocerse el guiso.
Probó una cucharada del primer caldero.
«Exquisito, pero demasiado poco» decidió
Pasó a la siguiente olla.
«Mucha más cantidad—observo— sin embargo estaba mucho más aguado»
¿Qué esperaban? Era un niña que recién estaba aprendiendo a cocinar.
La última y gigantesca olla le pareció muy alta, así que busco un asiento y se subió en él.
«Era mucha cantidad—se asombro hambrienta— y además sabía incluso mejor que el primero»
Rápidamente busco el plato de madera de madera de mayor tamaño y se lo sirvió lleno.
No estaba exagerando, los días anteriores había trabajado muy duro y ahora disfrutaba de su recompensa.
Se terminó toda la sopa sin inconveniente y se fue a reposar a la gigantesca cama que ya había probado días antes, y al igual que la cena era la que más le había gustado.
Antes que nada, saco las tres pieles que ya había tratado.
La pequeña era demasiado blanda, la mediana muy recia y la tercera era perfecta suave y a la vez fuerte.
Se acurrucó en la confortable piel del mayor de los osos y durmió como un ángel.
Antes de caer en un sueño profundo, recordó las palabras de los osos cuando la encontraron.
!Alguien se ha comido mi cena!
!Alguien ha roto mi silla!
!Alguien trae mi hacha!
PD : Este cuento va dedicado a mi hermosa y sensual persona, gracias por leer.