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Articulo Reflexiones de un Chihuahua XII: El Debate Presidencial

Alani

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Hoy vamos a hablar del evento más esperado de la temporada electoral en Estados Unidos: el debate presidencial del 27 de junio de 2024. Sí, ese espectáculo televisado donde Joe Biden y Donald Trump volvieron a demostrar que la política estadounidense es como un episodio interminable de "Los Simpson" pero sin las risas enlatadas.

Empecemos con Joe Biden, el hombre que parece estar siempre buscando sus gafas. Durante todo el debate, me preguntaba si Biden estaba participando en un concurso de "¿Dónde está Wally?" pero con sus propias ideas. Cada vez que le hacían una pregunta, parecía estar más perdido que un turista japonés en el metro de Nueva York. "¿Dónde está la economía? ¿Dónde está la inmigración? ¿Dónde está mi dentadura postiza?"

Y luego tenemos a Donald Trump, el hombre cuya relación con la verdad es como la de un gato con el agua. Trump se pasó el debate diciendo que la economía estaba mejor que nunca, que el muro fronterizo estaba casi terminado y que su peinado era completamente natural. Me pregunto si en algún momento pensó en contratar a Pinocho como su jefe de campaña. Total, si vas a mentir, mejor hacerlo con estilo.

En un momento del debate, Biden sacó a relucir el manejo de la pandemia por parte de Trump. Y ahí fue cuando la cosa se puso realmente interesante. Trump, con su estilo característico, afirmó que había manejado la pandemia mejor que nadie. Sí, claro, y yo soy el próximo Papa. Me imagino a Trump pensando: "La pandemia fue un éxito rotundo. Más de medio millón de muertos, pero, hey, ¿quién está contando?"

Biden no se quedó atrás y le lanzó a Trump una pregunta sobre su plan para la economía. La respuesta de Trump fue tan clara como el barro: "Vamos a hacer que América sea grandiosa otra vez, como en los años 80, cuando la gente usaba hombreras y escuchaba a Bon Jovi". Claro, porque lo que realmente necesita la economía actual es más mullets y menos sentido común.

Pero hablemos de los temas que realmente importan: la inmigración. Biden prometió arreglar el sistema de inmigración, lo que básicamente significa que va a poner parches en una balsa que hace agua por todos lados. Trump, por su parte, dijo que el muro fronterizo estaba casi terminado. Lo que no dijo es que ese "casi" incluye un par de puertas de garaje y un tramo de cinta adhesiva. La gran muralla de Trump, amigos míos, es más una fantasía que un hecho.

Uno de los momentos más surrealistas del debate fue cuando ambos candidatos hablaron de corrupción. Biden acusó a Trump de usar la presidencia como un negocio familiar. Trump respondió que Biden estaba vendiendo el país a China. Fue como ver a dos pirómanos discutiendo sobre quién empezó el incendio en la estación de bomberos. Al final, ambos tienen más esqueletos en el armario que el Día de los Muertos en México.

¿Y qué hay de la moderación? Jake Tapper y Dana Bash de CNN hicieron lo que pudieron para mantener el orden, pero controlar a Trump y a Biden es como intentar pastorear gatos durante una tormenta. Trump interrumpía tanto que me preguntaba si creía que el debate era un episodio de su antiguo reality show, "The Apprentice". Mientras tanto, Biden parecía desconcertado por las constantes interrupciones, como si alguien hubiera olvidado ponerle pilas a su audífono.

Ah, y no olvidemos la tecnología. Esta vez, los organizadores decidieron implementar micrófonos silenciados para evitar que los candidatos se interrumpieran constantemente. Pero claro, silenciar a Trump es como intentar apagar un volcán con un cubo de agua. Biden, por otro lado, aprovechó los momentos de silencio para tomar un respiro y recordar dónde estaba.

En resumen, el debate fue una mezcla de reality show y telenovela. Nos dejó con más preguntas que respuestas y con la certeza de que la política es, en el mejor de los casos, un espectáculo para las masas. Biden buscando sus gafas, Trump con sus verdades alternativas, y los moderadores tratando de mantener la calma. Todo esto nos hace recordar que la política no es más que un reflejo de nuestras propias locuras.

Así que, amigos, preparémonos para más debates, más promesas vacías y más risas involuntarias. Porque, al final del día, la política es el mejor entretenimiento que no pedimos, pero del que no podemos escapar.
 
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