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Articulo Reflexiones de un Chihuahua XI: La Hiliada de Homero en Wall Street

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Alani

Nivel 4
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Advertencia: Esta disertación está dirigida a personas cultas y puede ofender a aquellos que no han leído la Ilíada (y a los que sí, también).

Queridos lectores, amantes de la literatura clásica y espectadores casuales de la economía, hoy les traigo una comparación irreverente que probablemente ofenderá a los devotos de Homero y a los inversores de Wall Street por igual. ¡Pongan sus cascos y ajusten sus carteras, porque vamos a comparar la Ilíada con la bolsa de valores!

La Ilíada, esa epopeya épica que narra la devastadora guerra entre los griegos y los troyanos, no es tan diferente del frenético mundo de la bolsa de valores. En ambas situaciones, tenemos una serie de personajes ambiciosos, decisiones cuestionables y, por supuesto, el inevitable colapso financiero… o, en el caso de Troya, el colapso literal de una ciudad entera.

Empecemos con Aquiles, el inversionista estrella que se retira del mercado en plena crisis. Imaginemos que Aquiles es el equivalente a un tiburón de Wall Street, digamos, un Warren Buffett con más testosterona y menos paciencia. Aquiles se retira del mercado porque Agamenón, su jefe tóxico y CEO de “Grecia Inc.”, le quitó su bono anual, también conocido como Briseida. Es como si tu jefe te robara tus acciones más valiosas y tú decidieras no hacer nada hasta que el mercado se desplome. Al final, su amigo Patroclo (el inversor novato) decide tomar el relevo y termina perdiendo todo en un mal día de trading. ¡Una verdadera tragedia financiera!

Agamenón, por su parte, es ese CEO arrogante que cree que puede manipular el mercado a su antojo. Es el tipo que hace que las acciones de su compañía suban y bajen solo por diversión. Él lidera a los griegos no por un sentido de justicia o estrategia, sino porque le dijeron que hay oro en Troya. Es como si un ejecutivo decidiera iniciar una OPA hostil porque oyó un rumor en la máquina de café. Agamenón es el tipo de líder que te hace preguntarte cómo llegó tan lejos sin ser despedido por mala gestión.

Y no podemos olvidar a Helena, la acción tecnológica de moda que todos quieren poseer. Helena de Troya es como esa startup unicornio que causa revuelo en el mercado. Todos los inversores (o en este caso, guerreros) están dispuestos a ir a la guerra por ella. Menelao, el esposo despechado, es como ese inversor inicial que ve cómo sus acciones son robadas por otro, en este caso, París, el joven emprendedor troyano que simplemente no sabe cuándo detenerse.

Hablemos del famoso caballo de Troya, una estafa Ponzi de proporciones épicas. Los troyanos, en su infinita ingenuidad, aceptan esta "oferta" sin hacer la debida diligencia. Es como si alguien te ofreciera una inversión que parece demasiado buena para ser verdad, y tú decidieras invertir todos tus ahorros. Al final, los griegos salen del caballo como vendedores cortos, destrozando la economía de Troya en un abrir y cerrar de ojos. ¡Bien jugado, Wall Street griego!

Héctor, el CFO sensato y responsable, que sigue las reglas y hace todo lo posible por mantener la estabilidad de la economía troyana, termina siendo la víctima del mercado salvaje e impredecible. Héctor es ese ejecutivo que hace todo bien, pero aun así es despedido cuando la compañía colapsa por factores externos fuera de su control. Su muerte a manos de Aquiles es la última campanada antes del desplome total de Troya en la bolsa bélica.

La Ilíada nos muestra que, al igual que en la bolsa de valores, la guerra puede ser un juego de azar, donde la suerte, la estrategia y un poco de locura se mezclan para crear una tormenta perfecta. Tanto en la antigua Grecia como en Wall Street, los jugadores están motivados por la ambición, el ego y la promesa de una recompensa que a menudo es efímera. Así que la próxima vez que alguien te diga que invertir es un juego de habilidades, recuérdales la Ilíada y el destino de Troya.
 
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