En los humanos, la monogamia es un modelo de relaciones afectivo-sexuales basado en un ideal de exclusividad sexual por un periodo de tiempo indefinido entre dos personas unidas por un vínculo sancionado por el matrimonio, por la ley o por el derecho consuetudinario. Al practicante o creyente en este modelo de relación se le llama monógamo.
La culturización que impuso la expansión europea expandió la monogamia a todas las colonias, y de ahí al mundo occidental hasta la actualidad. La tradición del matrimonio y la idea de relaciones monógamas están ampliamente enraizadas en la sociedad occidental, especialmente en las esferas de la tradición judeocristiana que lo considera la única manera natural y moral de sexualidad, pero también en la esfera política y social por sus leyes y normas.
Mientras que la poligamia es el régimen familiar que permite que un individuo esté casado con varios individuos al mismo tiempo. El término hace referencia tanto al hombre que está casado con varias mujeres como a la mujer que está casada con varios hombres, una condición que, dado el peso del machismo en el mundo, es muy poco frecuente.
El derecho occidental no habilita la poligamia, sino que sólo acepta un único matrimonio a la vez, y por lo general permite el divorcio. Por lo tanto, desde el punto de vista institucional o jurídico, si una persona quiere formalizar sus relaciones sentimentales con más de una persona, no podrá hacerlo sin incurrir en una falta.
En algunas naciones islámicas, en cambio, se acepta la poligamia siempre que las co-esposas del hombre estén de acuerdo con dicha situación. En estos casos, el vínculo es avalado por las instituciones estatales.
Es importante tener en cuenta que las relaciones sexuales ocasionales, las orgías, la prostitución y el intercambio de pareja no se enmarcan dentro de lo que se conoce como poligamia.
Así como el Islam admite la poligamia, el catolicismo condena dicha condición ya que considera que el amor conyugal es exclusivo e indivisible. El judaísmo y el hinduismo tampoco promueven la poligamia, mientras que los mormones sí la toleran. Cabe señalar que la aceptación o el rechazo de algunos países por este estado civil ha cambiado a lo largo de la historia.
A lo largo de la historia y según la cultura la sexualidad ha transformado sus prácticas. Existen dos teorías sobre la sexualidad natural humana. La clásica afirma que los humanos nos emparejamos pero mantenemos una estrategia mixta: una pareja de larga duración en la que se concentra el grueso del esfuerzo reproductivo y enlaces esporádicos tanto por parte del hombre como la mujer. A esta teoría clásica se enfrenta la propuesta por Christopher Ryan y Cacilda Jethá en su obra Sex at Dawn. En ella afirman que la teoría clásica es incompatible con muchos hechos o que la interpretación que se hace de los mismos no soporta el escrutinio. Así mismo, afirman que una sexualidad de muchos hombres-muchas mujeres fue la práctica más habitual en las sociedades de cazadores-recolectores, así como lo es también en bonobos y chimpancés.
Con la aparición de la agricultura y la ganadería aparece también la propiedad privada, la cual transforma la sexualidad en prácticas monógamas, forma que garantiza la continuidad del patrimonio familiar. Para Bernal "El patriarcado surge con la monogamia del hombre, al mismo tiempo aparece la esclavitud, junto a ellos nace, en la economía, la propiedad privada". Por lo tanto, la función cultural de la propiedad privada recae en el sistema patriarcal que a su vez va ligado con el concepto de exclusividad que fomenta la autoridad de la figura masculina. Desde una perspectiva más compleja se puede definir a la monogamia como un cúmulo de constructos sociales para poder mantener el orden del orden familiar.
Así, con el surgimiento de la familia patriarcal la sexualidad tiene un doble significado: como fin reproductivo, aceptada socialmente dentro del matrimonio, o como fuente de placer solo para los hombres. Según Salguero, Córdoba y Sapién “La sexualidad como la reproducción incorporan el carácter relacional, donde están en juego relaciones de poder a partir de los roles y expectativas definidas socioculturalmente para varones y mujeres". Con la llegada del judaísmo continua la transformación. El Antiguo Testamento regula las conductas sexuales apropiadas. El matrimonio tenía como finalidad la descendencia, de manera que los hombres podían casarse con varias mujeres (recordemos el ejemplo del Rey Salomón, que supuestamente tuvo 700 mujeres y 300 concubinas), pero si las mujeres mantenían relaciones con otros hombres que no fueran sus maridos podían ser apedreadas. En la cultura egipcia el incesto estaba permitido y la circuncisión formaba parte del ritual de iniciación a la adolescencia. En Grecia se toleraba la homosexualidad entre hombres adultos y adolescentes, y por el contrario se valoraba a las mujeres como una “gyne”, es decir, “portadoras de hijos”.
En la Edad Media, la Iglesia consolida su poder, de lo cual se deriva que la teología se equipare a la ley civil. Así, la Iglesia refrenda el matrimonio monógamo y declara al instinto sexual como demoníaco . Las transformaciones continúan hasta nuestros tiempos. Los hechos mencionados son solo breves ejemplos de la variabilidad de concepción de la monogamia y la sexualidad a lo largo de la historia humana. Así, entendemos que la monogamia no es una práctica “natural”, ni parte de la biología humana, sino una construcción social la cual se ha ido transformando a partir de discursos hegemónicos.