Helaena89
Nivel 5
- 1,097
- 4,938
Todos coreabamos a Miguel.
—¡Arriba! ¡Arriba! —gritabamos con frenesí.
Desde una enorme roca en la que apenas podía apoyar un pie nos miro orgulloso.
Las turbias aguas del río parecían aclamar su nombre tanto como nosotros.
A Alex se le había ocurrido venir de acampada, a Fernando tirarnos desde una roca bastante alta.
A Juan el listo medir la profundidad del río con una vara para no tener riesgos de seguir escalando las dos crestas empinadas de las montañas a nuestro alrededor y lanzarnos en picada.
Pero Miguel… había sido el primero en lanzarse de la roca, el primero en querer ascender más, y ahora desde más de siete metros de alto recibía nuestro entusiamo.
Solo hubo un segundo de duda en su rostro, que fue apagado con algunos gritos.
—¡Tu puedes men!
—Si quieres bajar podemos llamar a tu mamá para que venga con pañales…
La siguiente vez que lo vimos, fue pasando frente a nosotros en caída libre con las manos extendidas hacia el agua.
Los gritos de los demás hicieron que me tapara los oídos.
Pero poco después de verlo zambullirse se hizo un silencio absoluto.
Un fuerte trueno lo interrumpió.
Miguel no salió del agua.
Las chicas fueron las primeras en exigir que bajaramos, descendimos hasta las rocas que rozaban el borde del profundo mar de hojas húmedas.
Aguzamos el oído mientras los chicos buceaban buscándolo.
Pero el chapoteo del agua y el ruido de los árboles siendo empujados por la repentina brisa fue todo lo que captamos.
Quince minutos después de infructuosa búsqueda Alex nos reunió a todos para decidir que hacer.
—Vamos a llamar a los bomberos, o una ambulancia, o algo —dijo entre nervios Amery que tenía los ojos enrrojecidos.
—Para eso mejor un carro fúnebre —alego Marlin
—Chicos, hay que asumir lo peor, debe estar muerto ya, necesito llamar a su familia pero no encuentro cobertura. —pronunció Alex acallando a todos.
El agua se rompió cuando Miguel asomó la cabeza de espalda a nosotros, enloquecidos le señalamos dónde estabamos y otros agradecieron a dios.
El logro voltearse y avanzar nadando.
Rechazo las manos que trataban de ayudarlo a incorporarse en la roca y el mismo levantó su peso y se puso de pie en medio de nosotros.
Su piel era un color más muerto, cómo buscando un desesperado color verde o gris, quizás se debía al contacto con las hojas que completaban el fondo del río.
Cuando le preguntamos que había sucedido abrió la boca para hablar.
Pero en lugar de palabras, sus mejillas se cuatearon tomado forma de branquias deformes.
Dejando ver todo el interior de su boca dónde descubrimos que sus dientes habían aumentado su tamaño y su lengua era un espiral de espinas como las de un pez.
—¡Arriba! ¡Arriba! —gritabamos con frenesí.
Desde una enorme roca en la que apenas podía apoyar un pie nos miro orgulloso.
Las turbias aguas del río parecían aclamar su nombre tanto como nosotros.
A Alex se le había ocurrido venir de acampada, a Fernando tirarnos desde una roca bastante alta.
A Juan el listo medir la profundidad del río con una vara para no tener riesgos de seguir escalando las dos crestas empinadas de las montañas a nuestro alrededor y lanzarnos en picada.
Pero Miguel… había sido el primero en lanzarse de la roca, el primero en querer ascender más, y ahora desde más de siete metros de alto recibía nuestro entusiamo.
Solo hubo un segundo de duda en su rostro, que fue apagado con algunos gritos.
—¡Tu puedes men!
—Si quieres bajar podemos llamar a tu mamá para que venga con pañales…
La siguiente vez que lo vimos, fue pasando frente a nosotros en caída libre con las manos extendidas hacia el agua.
Los gritos de los demás hicieron que me tapara los oídos.
Pero poco después de verlo zambullirse se hizo un silencio absoluto.
Un fuerte trueno lo interrumpió.
Miguel no salió del agua.
Las chicas fueron las primeras en exigir que bajaramos, descendimos hasta las rocas que rozaban el borde del profundo mar de hojas húmedas.
Aguzamos el oído mientras los chicos buceaban buscándolo.
Pero el chapoteo del agua y el ruido de los árboles siendo empujados por la repentina brisa fue todo lo que captamos.
Quince minutos después de infructuosa búsqueda Alex nos reunió a todos para decidir que hacer.
—Vamos a llamar a los bomberos, o una ambulancia, o algo —dijo entre nervios Amery que tenía los ojos enrrojecidos.
—Para eso mejor un carro fúnebre —alego Marlin
—Chicos, hay que asumir lo peor, debe estar muerto ya, necesito llamar a su familia pero no encuentro cobertura. —pronunció Alex acallando a todos.
El agua se rompió cuando Miguel asomó la cabeza de espalda a nosotros, enloquecidos le señalamos dónde estabamos y otros agradecieron a dios.
El logro voltearse y avanzar nadando.
Rechazo las manos que trataban de ayudarlo a incorporarse en la roca y el mismo levantó su peso y se puso de pie en medio de nosotros.
Su piel era un color más muerto, cómo buscando un desesperado color verde o gris, quizás se debía al contacto con las hojas que completaban el fondo del río.
Cuando le preguntamos que había sucedido abrió la boca para hablar.
Pero en lugar de palabras, sus mejillas se cuatearon tomado forma de branquias deformes.
Dejando ver todo el interior de su boca dónde descubrimos que sus dientes habían aumentado su tamaño y su lengua era un espiral de espinas como las de un pez.