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Kira Bolsón, cogió unos de los tantos bolígrafos que tenía en el aparador, una libreta vieja, y se sentó cómodamente en su hamaca. Recuerdo, comenzó, todo historia relacionada con el señor de los anillos tiene una enseñanza, yo aprendí que una de esas enseñanzas era la amistad, ya que con la amistad se podría recorrer difíciles e interminables caminos, pues unos de los relatos que más me ha cautivado en el fin de la tercera edad, era como Sam Gamyi cuidaba a Frodo Bolsón a pesar de los grandes percates que llegaron a pasar en la tierra media. Cuenta Tolkien que, Sam en el Monte del Destino, cuando Frodo estaba agonizando por la carga del anillo único, lo arropo con el manto gris de Lorien, mientras este recordaba aquellas tierras maravillosas y a la hermosa gente de Lorien, con la esperanza de que ese paño de tejido, por las manos élficas, pudriera esconderlos entre ese páramo aterrador y hostil. Sam tomó un sorbo de agua, consiguiendo que Frodo también bebiese, pero eso no le fue suficiente, y lo obligo a que se comiese el pan del camino de regreso. Fue cuando entonces, echaron a descansar durante un rato, ya que esa pudiera ser, el último descanso que nuestros fieles amigos pudiesen tener. Pero, con un sueño intranquilo y entrecortado, ya que entre el sudor que le helaba la piel, y las incomodas piedras duras, les mordían la carne; y ese cortante frío glacial, le hacia incapaz de pegar los ojos. A la mañana, volvió esa luz gris; pues en las regiones altas soplaba aún el viento del oeste, pero abajo, sobras las piedras y en los recintos de las Tierra Tenebrosa, el aire estaba muerto, helado, y sofocante. Sam se asomó a mirar, todo el paisaje a su alrededor era chato, pardo y tétrico. En los caminos próximas no había vida alguna, pero Sam tenía los ojos avizores en el muro de la Garganta de Hierro, a apenas unas cincuentas millas, murmuró, mientras contemplaba la montaña amenazadora, es un techo que en condiciones normales se recorre en un día, se dijo a si mismo, pero en el estado en que se encuentra el señor Frodo, nos llevará semana. Y con un mover de cabeza, y mientras reflexionaba, un pensamiento sombrío creció poco a poco en él. La esperanza era una de las cosas que nunca había perdido Sam, menos en su corazón animoso y optimista, y hasta entonces siempre había confiado en el retorno. Pero ahora, de un momento, veía las luces amarga de la verdad, en el mejor de los casos, las provisiones solamente alcanzaba hasta el final del viaje, pero una vez cumplida la cometida, no habría más nada, se encontrarían solos, sin un hogar, sin alimentos y en ese medio pavoroso desierto. Su esperanza del retorno había muerto al instante. Parecía morir en el corazón de Sam todo tipo de esperanza, pero de pronto ese punto muerto se transformo en una fuerza nueva. El rostro franco del Hobbit se fruño de serio, casi adusto; la fuerza de voluntad se le fortaleció de súbito, sintiéndose de algún modo mas responsable. Volvió los ojos al mundo, y pensó en la próxima movida. Y cuando la claridad aumentó, notó con sorpresa que lo que a la distancia le había aparecido, La altiplanicie de Gorgoroth estaba surcada en todo su extensión por grandes cavidades, como si en los tiempos en que era aún un desierto de lodo hubiera sido azotad por una lluvia de rayos y peñascos. Los bordes de los fosos más grandes eran rocas trituradas, y de ellos partían largas fisuras en todas direccione. Exacto, un terreno de esas naturaleza se habría prestado para que alguien fuerte y que no tuviese prisa alguna, pudiese arrastrarse de un escondite a otro sin ser detectados, excepto por ojos especialmente avizores, y para los hambrientos y cansados, y que todavía tenían por delante un largo camino antes de morir, era de un aspecto siniestro. Después de reflexionar en todas esas cosas, Sam volvió junto a Frodo, el cual no tuvo necesidad de despertar. Frodo yacía bocarriba con sus ojos abierto observando el cielo nuboso. Bueno señor Frodo, eche un vistazo y pensé un rato. No se ve un alma en los caminos, y nos convendría que nos alejáramos de aquí cuanto antes. ¿Le parece que podrá?, le pregunto, Frodo con la poca fuerza que le quedaba le respondió, podré, tengo que poder. Una vez en marcha, arrastrándose de hueco en hueco, escondiéndose en cada reparo, pero avanzando en línea sesgada hacia los contrafuertes de cadena septentrional. Al principio, el camino que recorrían al este iba en la misma dirección, solamente tomaron un desvió y bordearon las faldas de las montañas. No se veían señales de vida alguna, ni de hombres, ni orcos, pues el Señor Oscuro casi había puesto fin a los movimientos de sus tropas, y hasta en la fortaleza donde reinaba, buscaba el amparo de la noche. Al cabo de unas pocas millas agotadoras, los dos Hobbits se detuvieron. Frodo estaba exhausto, Sam comprendió que de esa manera , ala rastra, o doblado en dos, o trastabillando en precipitada carrera, o internándose con lentitud, en un camino desconocido, no podrían llegar mucho más lejos. Yo volveré al camino mientras haya luz, señor Frodo, comento. ¡Probemos de nuevo la suerte! Casi nos falló la última vez, pero no del todo. Una caminata de algunas millas a buen paso, y luego un
descanso......
Primera parte...
descanso......
Primera parte...