fijisublevao
Nivel 3
- 194
- 404
Nuestros tiempos estarán marcados por la pérdida sistemática del sentido del humor y el poder de autocrítica. Eso de darse cuero a uno mismo y reconocer que fallaste ya no existe, es cosa del pasado. Ahora todos somos y seremos perfectos (además de emprAlfredores, influencers y triunfadores, pero eso es para otro día).
Somos intachables por culpa de y gracias a LA GENTE. LA GENTE es una nube borrosa, amorfa, atemporal e insípida que nos amenaza de modo perenne con sus remarcas, críticas, comentarios y sapingueces.
LA GENTE funciona como el autocorrector del SwiftKey, nos auto corrige antes de tomar decisiones o emprender acciones puntuales del tipo “no voy a salir con estos tenis viejos porque LA GENTE es muy chismosa y después LA GENTE dice que estoy pasmao”, o del tipo “no voy a casa de Fulanita porque LA GENTE ya anda por ahí chismeando que me la estoy comiendo y no estoy pa eso”.
LA GENTE funciona como policía política también: “Mi niño, no te pongas el pulóver de la bandera americana que después LA GENTE dice que eres gusano” y “habla bajito que LA GENTE está en todo y es muy chivatona”.
Resulta que LA GENTE es una envidiosa por naturaleza: “Yo sí me tomo 12 lagers y bien, y si a LA GENTE le molesta, pues que sufra con lo que yo gozo”, o “yo sí me tiro mis prendas pa que LA GENTE vea que estoy activao, porque LA GENTE habla de mis triunfos sin conocer mi sacrificio”.
Pues LA GENTE, además, te vigila todo el tiempo, como en 1984. “Yo sé que LA GENTE está todo el día mirando lo que yo hago para joderme” y “LA GENTE me tiene cansá mirando por los balcones pa la puerta de mi casa todo el día a ver quién entra y quién sale”.
A veces LA GENTE es un coach motivacional: “Estoy pagando el gym para en agosto, cuando vaya al todo incluido, caminar por el borde de la piscina en tanga pa que LA GENTE me vea los cuadritos marcados”; o también “déjame tirarme unas fotos en el aeropuerto de Cancún/Panamá/Moscú con una McDonald en una mano y una Coca Cola en la otra pa que LA GENTE vea que estoy en talla y en frecuencia”.
LA GENTE es, entonces, una deidad omnipresente e invisible. Más de uno va preguntando dónde está LA GENTE, pero la respuesta a su pregunta no es, ni será clara.
Mientras tanto, no creas en nada de eso. Sitúate por encima del nivel y no te preocupes por nada ni por nadie…
Repite conmigo: A mí sí que LA GENTE me toca los cojones.
Somos intachables por culpa de y gracias a LA GENTE. LA GENTE es una nube borrosa, amorfa, atemporal e insípida que nos amenaza de modo perenne con sus remarcas, críticas, comentarios y sapingueces.
LA GENTE funciona como el autocorrector del SwiftKey, nos auto corrige antes de tomar decisiones o emprender acciones puntuales del tipo “no voy a salir con estos tenis viejos porque LA GENTE es muy chismosa y después LA GENTE dice que estoy pasmao”, o del tipo “no voy a casa de Fulanita porque LA GENTE ya anda por ahí chismeando que me la estoy comiendo y no estoy pa eso”.
LA GENTE funciona como policía política también: “Mi niño, no te pongas el pulóver de la bandera americana que después LA GENTE dice que eres gusano” y “habla bajito que LA GENTE está en todo y es muy chivatona”.
Resulta que LA GENTE es una envidiosa por naturaleza: “Yo sí me tomo 12 lagers y bien, y si a LA GENTE le molesta, pues que sufra con lo que yo gozo”, o “yo sí me tiro mis prendas pa que LA GENTE vea que estoy activao, porque LA GENTE habla de mis triunfos sin conocer mi sacrificio”.
Pues LA GENTE, además, te vigila todo el tiempo, como en 1984. “Yo sé que LA GENTE está todo el día mirando lo que yo hago para joderme” y “LA GENTE me tiene cansá mirando por los balcones pa la puerta de mi casa todo el día a ver quién entra y quién sale”.
A veces LA GENTE es un coach motivacional: “Estoy pagando el gym para en agosto, cuando vaya al todo incluido, caminar por el borde de la piscina en tanga pa que LA GENTE me vea los cuadritos marcados”; o también “déjame tirarme unas fotos en el aeropuerto de Cancún/Panamá/Moscú con una McDonald en una mano y una Coca Cola en la otra pa que LA GENTE vea que estoy en talla y en frecuencia”.
LA GENTE es, entonces, una deidad omnipresente e invisible. Más de uno va preguntando dónde está LA GENTE, pero la respuesta a su pregunta no es, ni será clara.
Mientras tanto, no creas en nada de eso. Sitúate por encima del nivel y no te preocupes por nada ni por nadie…
Repite conmigo: A mí sí que LA GENTE me toca los cojones.