Ninguno de los milagros de los que abundan en las historias antiguas se dio en unas condiciones científicas. Una atenta observación de éstos, nunca contradicha, nos dice que los milagros ocurrieron sólo en períodos y países en los que los presentes estaban dispuestos a creer en ellos.
En ciencia a menudo ocurre que los científicos dicen: «Sabe, es un buen argumento, yo estaba confundido» y entonces realmente cambian de opinión y uno nunca vuelve a oír ese viejo punto de vista otra vez. Realmente los científicos hacen esto. No ocurre tan a menudo como debería porque los científicos son humanos y cambiar cuesta un esfuerzo. Pero ocurre todos los días. No puedo recordar la última vez que algo así ocurrió en la política o en la religión.
Algunas personas creen en un Dios gigantesco, de piel muy clara, con una larga barba blanca, sentado en un trono en algún lugar del cielo, muy ocupado contando el otoño de cada pajarillo. Otros, por ejemplo, Baruch Spinoza y Albert Einstein, consideraron que Dios era esencialmente la suma total de las leyes físicas que describen el Universo. No conozco ninguna prueba convincente de que haya patriarcas antropomórficos controlando el destino de los hombres desde algún punto oculto privilegiado y celestial, pero sería idiota negar la existencia de las leyes físicas.
Nuestro conocimiento del valor histórico de algunas doctrinas religiosas aumenta nuestro respeto por ellas, pero no invalida nuestra propuesta de que deben dejar de postularse como preceptos de la civilización… No podemos discutir ahora que ha llegado el momento… de reemplazar los efectos de la represión por los resultados de la mecánica racional del intelecto.
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La Naturaleza y las leyes de la Naturaleza yacen ocultas en la noche; Dijo Dios: «Hágase Newton» y todo fue luz.
ALEXANDER POPE