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¡Oh, La Habana! Ciudad de contrastes, de pasión, y a veces, de decisiones muy cuestionables. Este último episodio, protagonizado por un "inocente" viajero del ómnibus P1, nos deja cuestionando la cordura de algunos cubanos. Veamos, por un lado, el esfuerzo titánico de aquellas personas que se montan en el transporte público, arriesgando su comodidad, su espacio personal y hasta su sentido común por llegar a sus destinos. Y, por otro lado, el humor que nos regala la realidad cotidiana, como un hombre que decidió que una mata de aguacate -en su mochila?- era la joya de la corona que merecía ser transportada en medio del ajetreo urbano.
Ahora, uno podría preguntarse: ¿en qué momento esta persona decidió que un marabusal merecía un asiento preferencial en el P1? ¿Acaso no sabe que el ómnibus no es el Mercado Agropecuario ni el Bosque de la Habana? Seguro que no, porque si lo supiera, no solo transportaría ni aguacates ni matas que se seguro andaban tambien con si, sino una horda de guanábanas, y por qué no, un cerdo en la bodega trasera. Pero aquí estamos, atestiguando las indisciplinas que hacen del viaje en ómnibus una experiencia digna de una novela de realismo mágico.
Y es que, claro, el uso del transporte público en nuestra querida Cuba tiene sus propias reglas no escritas. Aquel que sube con una carga que excede las dimensiones , o que quiere llevar a su pequeño perro, o incluso una caja de cerveza —porque las cubanas sabrán entender la lógica detrás de ese movimiento—, solo está pidiendo a gritos un café de la vida real. Y así, el P1 se convierte en una suerte de carroza mágica donde todo es posible, y las normas de convivencia se esfuman como el aroma del café recién colado a las 8 de la mañana.
Pero, querido amigo de las indisciplinas, no se confunda. El transporte público no es un servicio de entrega a domicilio para frutas y vegetales. Hay alternativas; ¿por qué no buscarse una motorina o, en su defecto, una carretilla? Después de todo, esa Mata puede vivir una vida plena, lejos de los asientos de un ómnibus abarrotado.
Así que, haciendo un llamado a la sensatez, le digo: ¡no sea abusador, chico! El transporte público tiene sus límites. La vida es bella, y nuestras locuras se pueden administrar de manera más civilizada. Así que, la próxima vez que decida dar una vuelta en el P1, deje el aguacate en casa, a gusto y seguro.
Y así, continuamos nuestro camino por las avenidas de una Cuba encantadora y complicada......
Foto Viral je
Ahora, uno podría preguntarse: ¿en qué momento esta persona decidió que un marabusal merecía un asiento preferencial en el P1? ¿Acaso no sabe que el ómnibus no es el Mercado Agropecuario ni el Bosque de la Habana? Seguro que no, porque si lo supiera, no solo transportaría ni aguacates ni matas que se seguro andaban tambien con si, sino una horda de guanábanas, y por qué no, un cerdo en la bodega trasera. Pero aquí estamos, atestiguando las indisciplinas que hacen del viaje en ómnibus una experiencia digna de una novela de realismo mágico.
Y es que, claro, el uso del transporte público en nuestra querida Cuba tiene sus propias reglas no escritas. Aquel que sube con una carga que excede las dimensiones , o que quiere llevar a su pequeño perro, o incluso una caja de cerveza —porque las cubanas sabrán entender la lógica detrás de ese movimiento—, solo está pidiendo a gritos un café de la vida real. Y así, el P1 se convierte en una suerte de carroza mágica donde todo es posible, y las normas de convivencia se esfuman como el aroma del café recién colado a las 8 de la mañana.
Pero, querido amigo de las indisciplinas, no se confunda. El transporte público no es un servicio de entrega a domicilio para frutas y vegetales. Hay alternativas; ¿por qué no buscarse una motorina o, en su defecto, una carretilla? Después de todo, esa Mata puede vivir una vida plena, lejos de los asientos de un ómnibus abarrotado.
Así que, haciendo un llamado a la sensatez, le digo: ¡no sea abusador, chico! El transporte público tiene sus límites. La vida es bella, y nuestras locuras se pueden administrar de manera más civilizada. Así que, la próxima vez que decida dar una vuelta en el P1, deje el aguacate en casa, a gusto y seguro.
Y así, continuamos nuestro camino por las avenidas de una Cuba encantadora y complicada......
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