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La cordura.
¿Alguna vez has creído que las cosas de te escapan de las manos?
¿El tiempo se te agota y la vida no alcanza? ¿La situación te suprime, te hace padecer? ¿Cres que ya no das y vives en un limbo?
¿Que le pasó a tu cordura?
Cabe decir que no siempre los trastornos se desarrollan de esta manera. Ni todos los trastornos psicológicos son mecanismos de evitación, ni todas las personas que se encuentran en situaciones complicadas desarrollan trastornos psicológicos.
Entonces ¿De qué depende que frente a la misma situación una persona desarrolle un trastorno y la otra no?
Que una persona desarrolle o no un trastorno psicológico en una situación complicada depende en una parte de su predisposición genética y en otra de su historia de aprendizaje y sus recursos de afrontamiento.
Cuando me refiero a su historia de aprendizaje previa , estoy hablando de que en el pasado se haya enfrentado a situaciones complicadas y haya aprendido a superarlas con éxito. No nacemos sabiendo, aprendemos en intercalación con nuestro entorno y las circunstancias que nos rodean. Así que es más probable que alguien que se haya enfrentado a diferentes dificultades a lo largo de su vida salga mejor parado de unas circunstancias complicadas que otra persona a la que siempre se lo han dado todo hecho.
Nadie puede evitar sufrir algún trastorno sicológico que le lleva a perder lo que muchos llamamos cordura. La vida es un frente que debemos poder sobrepasar o tal vez dejar que la misma se atasque pero sin que nos jale a nosotros. Las situaciones que estamos acostumbrados a soportar pueden ser un sistema de estabilidad para ti, sin embargo, para otras suele ser un determinante de esas explosiones de estrés que lo llevan a convertirse en un material susceptible y propenso a sufrir episodios psicológicos. No hay una definición. Completa y mucho menos una predicción que nos avisore de cual es nuestro detonante, nosotros debemos ser capaces de ir calificando nuestros miedos y explosivos, que nos llevan a caer en el derrumbe mental y al colapso.
Cuánta sutileza porta la enfermedad mental si resultamos ser tan sensibles a una ausencia y cuánto poder las expectativas angustiantes para llevarnos a la locura. Es tiempo de entender lo que significa enfermarnos mentalmente, más aún cuando las personas ausentes se cuentan en televisión como goles de mundiales de fútbol y estamos obligados a ausentarnos de tantas cosas de la vida en nombre de la salud.
Un indicador decisivo de enfermedad era el modo en que cada uno pierde la realidad. Interesante perspectiva hoy: según cómo reaccionemos al perder la realidad estaremos en las neurosis, las psicosis o las melancolías. Y como bien podríamos preguntar cuál consideran la reacción normal, sorprende al responder que una buena combinación de la reacción neurótica y de la psicótica. Es decir: no desconocer lo que nos pasa, haciendo como que no sucede lo que sí está sucediendo, para quedar en mejor posición de transformar la realidad en vez de perderla. En este punto, hacer como en las psicosis: no renunciar a querer cambiar el fragmento de realidad que impone sufrimiento; como sí hace la reacción neurótica queriendo negociar todo. Tampoco tomar el atajo de la reacción en las psicosis cuando reemplazan por rechazo con un parche lo insoportable. Nadie “es” neurótico ni “es” psicótico; pero si repetimos la misma reacción ésta nos presentará como francamente neuróticos o psicóticos. La realidad la perdemos todos; en cada coyuntura de la vida de manera distinta. Las enfermedades mentales, no el estado saludable, crean fenómenos balizas por dónde ir curando el sufrimiento de aquella pérdida. Más enfermamos es señal de que más estamos intentando curar. Excesivo miedo a estigmatizar lo patológico fue una desmentida; sencillamente, nos sucedió que enfermamos: lo único que hace pensable de qué vamos a morir
Ahora queda esta pregunta. ¿Alguna vez has perdido la cordura?
¿Alguna vez has creído que las cosas de te escapan de las manos?
¿El tiempo se te agota y la vida no alcanza? ¿La situación te suprime, te hace padecer? ¿Cres que ya no das y vives en un limbo?
¿Que le pasó a tu cordura?
Cabe decir que no siempre los trastornos se desarrollan de esta manera. Ni todos los trastornos psicológicos son mecanismos de evitación, ni todas las personas que se encuentran en situaciones complicadas desarrollan trastornos psicológicos.
Entonces ¿De qué depende que frente a la misma situación una persona desarrolle un trastorno y la otra no?
Que una persona desarrolle o no un trastorno psicológico en una situación complicada depende en una parte de su predisposición genética y en otra de su historia de aprendizaje y sus recursos de afrontamiento.
Cuando me refiero a su historia de aprendizaje previa , estoy hablando de que en el pasado se haya enfrentado a situaciones complicadas y haya aprendido a superarlas con éxito. No nacemos sabiendo, aprendemos en intercalación con nuestro entorno y las circunstancias que nos rodean. Así que es más probable que alguien que se haya enfrentado a diferentes dificultades a lo largo de su vida salga mejor parado de unas circunstancias complicadas que otra persona a la que siempre se lo han dado todo hecho.
Nadie puede evitar sufrir algún trastorno sicológico que le lleva a perder lo que muchos llamamos cordura. La vida es un frente que debemos poder sobrepasar o tal vez dejar que la misma se atasque pero sin que nos jale a nosotros. Las situaciones que estamos acostumbrados a soportar pueden ser un sistema de estabilidad para ti, sin embargo, para otras suele ser un determinante de esas explosiones de estrés que lo llevan a convertirse en un material susceptible y propenso a sufrir episodios psicológicos. No hay una definición. Completa y mucho menos una predicción que nos avisore de cual es nuestro detonante, nosotros debemos ser capaces de ir calificando nuestros miedos y explosivos, que nos llevan a caer en el derrumbe mental y al colapso.
Cuánta sutileza porta la enfermedad mental si resultamos ser tan sensibles a una ausencia y cuánto poder las expectativas angustiantes para llevarnos a la locura. Es tiempo de entender lo que significa enfermarnos mentalmente, más aún cuando las personas ausentes se cuentan en televisión como goles de mundiales de fútbol y estamos obligados a ausentarnos de tantas cosas de la vida en nombre de la salud.
Un indicador decisivo de enfermedad era el modo en que cada uno pierde la realidad. Interesante perspectiva hoy: según cómo reaccionemos al perder la realidad estaremos en las neurosis, las psicosis o las melancolías. Y como bien podríamos preguntar cuál consideran la reacción normal, sorprende al responder que una buena combinación de la reacción neurótica y de la psicótica. Es decir: no desconocer lo que nos pasa, haciendo como que no sucede lo que sí está sucediendo, para quedar en mejor posición de transformar la realidad en vez de perderla. En este punto, hacer como en las psicosis: no renunciar a querer cambiar el fragmento de realidad que impone sufrimiento; como sí hace la reacción neurótica queriendo negociar todo. Tampoco tomar el atajo de la reacción en las psicosis cuando reemplazan por rechazo con un parche lo insoportable. Nadie “es” neurótico ni “es” psicótico; pero si repetimos la misma reacción ésta nos presentará como francamente neuróticos o psicóticos. La realidad la perdemos todos; en cada coyuntura de la vida de manera distinta. Las enfermedades mentales, no el estado saludable, crean fenómenos balizas por dónde ir curando el sufrimiento de aquella pérdida. Más enfermamos es señal de que más estamos intentando curar. Excesivo miedo a estigmatizar lo patológico fue una desmentida; sencillamente, nos sucedió que enfermamos: lo único que hace pensable de qué vamos a morir
Ahora queda esta pregunta. ¿Alguna vez has perdido la cordura?