YINGYANG
Nivel 4
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Cuenta la leyenda que, bajo una ceiba, en el lado noroeste de lo que sería la Plaza de Armas, se celebró, el 16 de noviembre de 1519, la primera misa y el primer cabildo cuando La Habana abandonó sus dos ubicaciones anteriores y se asentó en el lugar que ocupa desde entonces.
La ceiba original fue testigo durante décadas de ese hecho histórico, pero también devino en objeto de culto. El mito recoge que el día más apropiado para plantar una ceiba es el 16 de noviembre, festividad de San Cristóbal patrono de La Habana, y la creencia de la santidad de este árbol se trasmite de generación en generación en Cuba, con base en las culturas precolombinas, africanas y en el sincretismo religioso de los cubanos.
Según una antiquísima tradición, en las primeras horas del 16 de noviembre muchas personas le dan tres vueltas a la ceiba, en sentido contrario a las manecillas del reloj, y le piden un deseo. Algunas dejan cerca de ella monedas u otros objetos de carácter religioso, en espera de un milagro.
Cuando en 1754 Francisco Cagigal de la Vega, Gobernador General de la Isla, hizo erigir allí una columna conmemorativa, ya la ceiba original no existía. Entre los años 1755 y 1757, se sembraron tres ceibas alrededor del sitio donde había estado ubicada la original. Dos de las nuevas plantas terminaron secándose y la tercera fue talada en el año 1827 por la construcción de El Templete.
En 1828, otras tres ceibas fueron plantadas, pero sólo una logró sobrevivir y se mantuvo en ese lugar hasta el año 1960, con una larga vida de más de 131 años. A pesar de todos los esfuerzos de científicos por salvar la centenaria ceiba ésta no logró recuperarse, por lo cual en el año 1960 se plantó otra que vivió 56 años hasta el 9 de febrero del 2016.
El 15 de marzo de ese propio año, se trasplantó para este sitio una ceiba joven de unos 15 años y de unos ocho metros de altura, procedente de Las Terrazas, Artemisa, que es la que actualmente se puede apreciar en El Templete.
En ocasiones se ve la ceiba rodeada de gallinas, plátanos y otras ofrendas, porque es el símbolo que unifica diferentes credos religiosos que se congregan para realizar rituales a su alrededor, lo que valida el sincretismo cultural.
Según las leyendas cosmogónicas mayas, este árbol abre sus ramas mayores hacia los cuatro puntos cardinales, y de esa manera se une a la cuádruple deidad que rige los vientos y las lluvias.
Se dice que el culto a la ceiba fue traído por esclavos africanos yorubas cuya cultura adoraba árboles sagrados y, según la cual este árbol es recinto de los orishas y representa el lugar donde se concentra toda la energía de los espíritus ancestrales. Girar alrededor del árbol sagrado en la tradición yoruba, tocarlo, abrazarlo y hasta besarlo atrae la prosperidad.
Fuente: Contraloría General de la República.
La ceiba original fue testigo durante décadas de ese hecho histórico, pero también devino en objeto de culto. El mito recoge que el día más apropiado para plantar una ceiba es el 16 de noviembre, festividad de San Cristóbal patrono de La Habana, y la creencia de la santidad de este árbol se trasmite de generación en generación en Cuba, con base en las culturas precolombinas, africanas y en el sincretismo religioso de los cubanos.
Según una antiquísima tradición, en las primeras horas del 16 de noviembre muchas personas le dan tres vueltas a la ceiba, en sentido contrario a las manecillas del reloj, y le piden un deseo. Algunas dejan cerca de ella monedas u otros objetos de carácter religioso, en espera de un milagro.
Cuando en 1754 Francisco Cagigal de la Vega, Gobernador General de la Isla, hizo erigir allí una columna conmemorativa, ya la ceiba original no existía. Entre los años 1755 y 1757, se sembraron tres ceibas alrededor del sitio donde había estado ubicada la original. Dos de las nuevas plantas terminaron secándose y la tercera fue talada en el año 1827 por la construcción de El Templete.
En 1828, otras tres ceibas fueron plantadas, pero sólo una logró sobrevivir y se mantuvo en ese lugar hasta el año 1960, con una larga vida de más de 131 años. A pesar de todos los esfuerzos de científicos por salvar la centenaria ceiba ésta no logró recuperarse, por lo cual en el año 1960 se plantó otra que vivió 56 años hasta el 9 de febrero del 2016.
El 15 de marzo de ese propio año, se trasplantó para este sitio una ceiba joven de unos 15 años y de unos ocho metros de altura, procedente de Las Terrazas, Artemisa, que es la que actualmente se puede apreciar en El Templete.
En ocasiones se ve la ceiba rodeada de gallinas, plátanos y otras ofrendas, porque es el símbolo que unifica diferentes credos religiosos que se congregan para realizar rituales a su alrededor, lo que valida el sincretismo cultural.
Según las leyendas cosmogónicas mayas, este árbol abre sus ramas mayores hacia los cuatro puntos cardinales, y de esa manera se une a la cuádruple deidad que rige los vientos y las lluvias.
Se dice que el culto a la ceiba fue traído por esclavos africanos yorubas cuya cultura adoraba árboles sagrados y, según la cual este árbol es recinto de los orishas y representa el lugar donde se concentra toda la energía de los espíritus ancestrales. Girar alrededor del árbol sagrado en la tradición yoruba, tocarlo, abrazarlo y hasta besarlo atrae la prosperidad.
Fuente: Contraloría General de la República.