Usuario Baneado
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Como persona en edad universitaria no he desarrollado la necesidad social de socializar, fiestar y demás; pero me he hayado envuelto en sentimientos que no clasificaría de patrióticos ni políticos.
Digamos que desarrollar tu identidad en este punto de la vida se vuelve algo muy barroco. En vez de una base confusa propia de la adolescencia, empieza a surgir una perfección y ramificación de los principios anteriormente adquiridos.
Aunque la diferencia entre la generalidad social estereotipada y mi sentimiento encontrado es notable, ambos poseen algo en común que es la cultura y la contracultura. Esto se manifiesta tanto en la presentación social del individuo casi completamente definido como en las acciones que este realiza y lo que piensa o anhela.
Siento que hallé una orientación de vida junto a mis iguales más directos y un mayor distanciamiento con otros idiomas, culturas y filosofías. Pero nutrirme de esos otros e interactuar con ellos me sigue pareciendo tan necesario como divino. De igual forma se manifiesta para cada quien su vida social dentro de este ciclo.
Lo interesante sobre este pronto y simple desenlace de similitud es que parece ya olvidarse de lo subversivo. Ya expresé mis consideraciones sobre la cultura, pero qué sucede con la contracultura. Constantemente, mientras el ser joven busca integrarse en su contexto, desarrolla su individualidad: un deseo de ser diferente, único.
Cuando ambos desarrollas -social e individual- se unen, se provoca una ruptura de lo establecido por las generaciones más maduras. He aquí que ya sea desde una revolución o una moda de reguetón, la tarea histórica de la juventud no es otra que la subversión.
Digamos que desarrollar tu identidad en este punto de la vida se vuelve algo muy barroco. En vez de una base confusa propia de la adolescencia, empieza a surgir una perfección y ramificación de los principios anteriormente adquiridos.
Aunque la diferencia entre la generalidad social estereotipada y mi sentimiento encontrado es notable, ambos poseen algo en común que es la cultura y la contracultura. Esto se manifiesta tanto en la presentación social del individuo casi completamente definido como en las acciones que este realiza y lo que piensa o anhela.
Siento que hallé una orientación de vida junto a mis iguales más directos y un mayor distanciamiento con otros idiomas, culturas y filosofías. Pero nutrirme de esos otros e interactuar con ellos me sigue pareciendo tan necesario como divino. De igual forma se manifiesta para cada quien su vida social dentro de este ciclo.
Lo interesante sobre este pronto y simple desenlace de similitud es que parece ya olvidarse de lo subversivo. Ya expresé mis consideraciones sobre la cultura, pero qué sucede con la contracultura. Constantemente, mientras el ser joven busca integrarse en su contexto, desarrolla su individualidad: un deseo de ser diferente, único.
Cuando ambos desarrollas -social e individual- se unen, se provoca una ruptura de lo establecido por las generaciones más maduras. He aquí que ya sea desde una revolución o una moda de reguetón, la tarea histórica de la juventud no es otra que la subversión.