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En un mundo donde las teorías conspirativas florecen como cactus en el desierto, nos encontramos con un personaje digno de un thriller psicológico: Alexander Otaola. Este hombre, que se presenta como el paladín de la libertad, parece tener una relación tan tortuosa con el comunismo que podríamos escribir un guion de telenovela de 300 capítulos sobre sus traumas. Pero, ¿quién necesita eso cuando el humor cubano le da un giro más sabroso a la conversación?
Comencemos por su infancia. Quizás fue un niño que un día, mientras jugaba con su carrito de Hot Wheels, su mamá le dijo: "No, mijito, eso no se parece a la economía socialista". Desde entonces, es como si tuviera una especie de trauma postcomunismo, una especie de PTSD... post-trauma socialista de esos que hacen que los cubanos se reúnan y hablen sobre sus tías en Miami que tienen un freezer lleno de croquetas.
Otaola no solo lanza críticas contra el comunismo con la fuerza de un huracán de categoría cinco, sino que a veces parece que tiene más pánicos que un gato en una tienda de porcelana. Uno se pregunta si detrás de su fervor anticomunista más bien se oculta el miedo a que un día lo llamen a la puerta (de su estudio de grabación) y le digan: "Hola, Alexander, somos de la seguridad del estado, queremos que seas nuestro próximo recluta". Quién sabe, tal vez Otaola sea un agente encubierto, ¡un espía disfrazado de influencer!
¿Y qué hay de su trayectoria política? Ah, ahí es donde la trama se espesa. Un día es un ferviente luchador por la libertad, al siguiente hace un chiste que haría que cualquier comunista se rasgue las vestiduras (aunque sea a distancia, porque, vamos, ¿quién se atrevería a ir al foro a decir eso?). Este hombre tiene tantas caras como uno de esos juegos de mesa donde tiras los dados y ves qué monstruo sale. “¡Espérate, que ahora quiero ser el héroe de la libertad!”.
Ahora, basta de jugar al psicoanalista. Si lo somos, probablemente todo esto está derivado de un corazón herido por el amor al sistema que lo crió. O quizás es solo que el hombre necesita urgentemente un buen terapeuta. Imagínense a Otaola en una sesión: "Doctor, cada vez que escucho la palabra ‘comunismo’, siento que mi corazón late más rápido, y mi cuenta de youtube se llena de videos de vacas. ¿Es eso normal?".
Por supuesto, en el foro también hay otros personajes como Ryuzaky, NEMESIS X y Clau92, que parecen sumar a la confusión general. Aquí todos se enfrentan, con sus argumentos de papel maché, listos para derribar a cualquier comunista que asome la cabeza. Ya los imagino: “¡Juntos vamos a sacar a los comunistas, por la libreta de abastecimiento!”.
Así que, ¿qué podemos hacer con todo esto? Tal vez deberíamos hacer un llamado a una “Operación Otaola”, donde en vez de buscar comunistas, busquemos a Otaola en una cabaña en la montaña, rodeado de clips de propaganda anticomunista y discos de Haila para ponerlo en paz consigo mismo. Después de todo, un Otaola relajado es menos probable que tire consignas incendiarias desde sus redes sociales.
Al final, lo que importa es que, aunque el comunismo sea un tema de discusión, hay algo más importante: la salud mental de todos, incluyendo a nuestro amigo Alexander. Y si todo esto falla, siempre podemos intentar venderle un juego de mesa sobre política cubana: “Tira los dados, elige tu argumento y plataforma… ¡pero cuidado con el comunista, que viene por ti!”
Comencemos por su infancia. Quizás fue un niño que un día, mientras jugaba con su carrito de Hot Wheels, su mamá le dijo: "No, mijito, eso no se parece a la economía socialista". Desde entonces, es como si tuviera una especie de trauma postcomunismo, una especie de PTSD... post-trauma socialista de esos que hacen que los cubanos se reúnan y hablen sobre sus tías en Miami que tienen un freezer lleno de croquetas.
Otaola no solo lanza críticas contra el comunismo con la fuerza de un huracán de categoría cinco, sino que a veces parece que tiene más pánicos que un gato en una tienda de porcelana. Uno se pregunta si detrás de su fervor anticomunista más bien se oculta el miedo a que un día lo llamen a la puerta (de su estudio de grabación) y le digan: "Hola, Alexander, somos de la seguridad del estado, queremos que seas nuestro próximo recluta". Quién sabe, tal vez Otaola sea un agente encubierto, ¡un espía disfrazado de influencer!
¿Y qué hay de su trayectoria política? Ah, ahí es donde la trama se espesa. Un día es un ferviente luchador por la libertad, al siguiente hace un chiste que haría que cualquier comunista se rasgue las vestiduras (aunque sea a distancia, porque, vamos, ¿quién se atrevería a ir al foro a decir eso?). Este hombre tiene tantas caras como uno de esos juegos de mesa donde tiras los dados y ves qué monstruo sale. “¡Espérate, que ahora quiero ser el héroe de la libertad!”.
Ahora, basta de jugar al psicoanalista. Si lo somos, probablemente todo esto está derivado de un corazón herido por el amor al sistema que lo crió. O quizás es solo que el hombre necesita urgentemente un buen terapeuta. Imagínense a Otaola en una sesión: "Doctor, cada vez que escucho la palabra ‘comunismo’, siento que mi corazón late más rápido, y mi cuenta de youtube se llena de videos de vacas. ¿Es eso normal?".
Por supuesto, en el foro también hay otros personajes como Ryuzaky, NEMESIS X y Clau92, que parecen sumar a la confusión general. Aquí todos se enfrentan, con sus argumentos de papel maché, listos para derribar a cualquier comunista que asome la cabeza. Ya los imagino: “¡Juntos vamos a sacar a los comunistas, por la libreta de abastecimiento!”.
Así que, ¿qué podemos hacer con todo esto? Tal vez deberíamos hacer un llamado a una “Operación Otaola”, donde en vez de buscar comunistas, busquemos a Otaola en una cabaña en la montaña, rodeado de clips de propaganda anticomunista y discos de Haila para ponerlo en paz consigo mismo. Después de todo, un Otaola relajado es menos probable que tire consignas incendiarias desde sus redes sociales.
Al final, lo que importa es que, aunque el comunismo sea un tema de discusión, hay algo más importante: la salud mental de todos, incluyendo a nuestro amigo Alexander. Y si todo esto falla, siempre podemos intentar venderle un juego de mesa sobre política cubana: “Tira los dados, elige tu argumento y plataforma… ¡pero cuidado con el comunista, que viene por ti!”
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