Hamaji Kitagara
Nivel 2
- 101
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Al entender el significado de aquella singular palabra, mis ojos se abrieron como platos. No tenía ni idea de que algo así pudiese existir. Me causaba mucha curiosidad el hecho de que ella tuviese el mismo líquido rojo de mis venas en las suyas también.
—Jelmano... —volví a pronunciar aquella hermosa palabra que pronto se convirtió en mi favorita.
Una risa cantarina se liberó de sus labios y negó con la cabeza.
—No se dice así tontito —refutó con mucha alegría. En otro momento me habría cohibido de vergüenza, pero sin saber porqué me contagié de su felicidad— es her-ma-no.
No tardé en imitar los movimientos de su boca al pronunciar aquella palabra.
—Her-ma-no —repetí deteniendome en cada sílaba como mismo hizo ella.
Asintió con la cabeza reiteradamente cuando por fin lo hice bien y me sonrió. Ante mi primer logro, creo que por primera vez en mi vida sentí felicidad. Mis labios mordisqueados se estiraron y sin apenas darme cuenta ya estaba formando una sonrisa.
Repetí una y otra vez esa palabra y ella me seguía saltando de alegría por toda la habitación. Dejándome llevar por su alegría, comenzamos a perseguirnos y a jugar a las cosquillas. Experimenté lo que era jugar por primera vez. Hicimos y hablamos mucho hasta que el sol volvió a mostrarse en el horizonte, marcando la llegada de un nuevo día y ella se vió obligada a retirarse.
Sin embargo, para mi fortuna, los días posteriores fueron iguales. Ella llegaba siempre a la hora de dormir y se iba al amanecer siguiente sin falta. A veces jugábamos, y otras veces hablábamos hasta quedarnos dormidos. Ella me enseñaba todo lo que aprendía en el colegio y gracias a eso aprendí a leer y a escribir.
Me contó que había oído hablar de mi por las sirvientas que todo el tiempo cuchicheaban y mencionaban improperios sobre mi persona cuando tenían oportunidad.
Nunca imaginé que llegaría a amar aquello que había jurado odiar con toda mi alma. Mi pequeña y juguetona hermanita se convirtió en toda mi razón para existir.
Pero el tiempo pasó como un enemigo invisible y al fin llegó mi tan temido cumpleaños número 12.
Ese día al fin me habían permitido salir de mi encierro. Experimenté muchas cosas, como el suave toque del sol y de la hierba mojada bajo mis pies desnudos.
Lo primero que hice fué ir en su busca. La encontré en el jardín de la edificación y nos abrazamos como si nuestras vidas dependieran de ello. Ella lloraba, yo lloraba, ambos llorabamos.
Nos abrazamos con tanta fuerza que ni siquiera las guardianas de la mansión podían separarnos, hasta que llegó mi madre y me dió una gran paliza, pero que en ese momento me dolió aún más que todas las anteriores. Me iban a separar de mi pequeña hermana y no podía hacer nada al respecto. Pero a pesar de eso, juré que nos encontraríamos nuevamente.
Dejé de ser el hijo de Dahjlonica, y me convertí finalmente en Hunter... el hermano de Scarlett.
FIN DEL PRIMER CAPÍTULO. SI DESEAS SABER MÁS, TE RECOMIENDO QUE VAYAS Y ME SIGAS EN WATTPAD.
Ahí sacaré diversos materiales sobre la historia
—Jelmano... —volví a pronunciar aquella hermosa palabra que pronto se convirtió en mi favorita.
Una risa cantarina se liberó de sus labios y negó con la cabeza.
—No se dice así tontito —refutó con mucha alegría. En otro momento me habría cohibido de vergüenza, pero sin saber porqué me contagié de su felicidad— es her-ma-no.
No tardé en imitar los movimientos de su boca al pronunciar aquella palabra.
—Her-ma-no —repetí deteniendome en cada sílaba como mismo hizo ella.
Asintió con la cabeza reiteradamente cuando por fin lo hice bien y me sonrió. Ante mi primer logro, creo que por primera vez en mi vida sentí felicidad. Mis labios mordisqueados se estiraron y sin apenas darme cuenta ya estaba formando una sonrisa.
Repetí una y otra vez esa palabra y ella me seguía saltando de alegría por toda la habitación. Dejándome llevar por su alegría, comenzamos a perseguirnos y a jugar a las cosquillas. Experimenté lo que era jugar por primera vez. Hicimos y hablamos mucho hasta que el sol volvió a mostrarse en el horizonte, marcando la llegada de un nuevo día y ella se vió obligada a retirarse.
Sin embargo, para mi fortuna, los días posteriores fueron iguales. Ella llegaba siempre a la hora de dormir y se iba al amanecer siguiente sin falta. A veces jugábamos, y otras veces hablábamos hasta quedarnos dormidos. Ella me enseñaba todo lo que aprendía en el colegio y gracias a eso aprendí a leer y a escribir.
Me contó que había oído hablar de mi por las sirvientas que todo el tiempo cuchicheaban y mencionaban improperios sobre mi persona cuando tenían oportunidad.
Nunca imaginé que llegaría a amar aquello que había jurado odiar con toda mi alma. Mi pequeña y juguetona hermanita se convirtió en toda mi razón para existir.
Pero el tiempo pasó como un enemigo invisible y al fin llegó mi tan temido cumpleaños número 12.
Ese día al fin me habían permitido salir de mi encierro. Experimenté muchas cosas, como el suave toque del sol y de la hierba mojada bajo mis pies desnudos.
Lo primero que hice fué ir en su busca. La encontré en el jardín de la edificación y nos abrazamos como si nuestras vidas dependieran de ello. Ella lloraba, yo lloraba, ambos llorabamos.
Nos abrazamos con tanta fuerza que ni siquiera las guardianas de la mansión podían separarnos, hasta que llegó mi madre y me dió una gran paliza, pero que en ese momento me dolió aún más que todas las anteriores. Me iban a separar de mi pequeña hermana y no podía hacer nada al respecto. Pero a pesar de eso, juré que nos encontraríamos nuevamente.
Dejé de ser el hijo de Dahjlonica, y me convertí finalmente en Hunter... el hermano de Scarlett.
FIN DEL PRIMER CAPÍTULO. SI DESEAS SABER MÁS, TE RECOMIENDO QUE VAYAS Y ME SIGAS EN WATTPAD.
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