Okarin
Nivel 2
- 56
- 145
Ella caminaba por la calle,
Acompañada de lo que diríamos que es la tarde,
Más la tarde no la comprendía, sabía, que algo andaba mal, sabía,
Que quizás cuándo llegara la noche ya no le quedaría vida, había,
Un moretón en su costado, la ropa roída, en mal estado,
No había más escapatoria que caminar en sentido contrario.
¿Qué había pasado?
Como cada mañana se despertaba, no desayunaba, no,
No podía hacerlo hasta que él no se levantara,
No podía vivir sin que él lo aprobara, más la comida siempre,
Pese a su demora, estaba caliente como las almohadas, luego limpiaba,
El piso, quizás también le hacía falta una mano a su alma,
"Mi pequeña amada", como le decía él, más bien,
"Mi pequeña esclava", no lo amaba ya, no,
Hacía ya varios veranos que se murió el amor,
Estaba enterrado bajo un golpe en su ojo que él, le propinó, claro,
Juró más nunca hacerlo, claro, que se repitió, más allí escampaba ella,
en lugar donde nunca llovió la llovizna de la ilusión.
Era como un robot, cada día era exactamente la fotocopia del anterior,
Miró al reloj, faltaban 5 minutos para que llegara, se alistaba,
Ponía lo comida sobre la mesa, se pintaba,
Era joven pero parecía una anciana,
Disimular la tristeza era lo único que no le quedaba,
Tocaban la puerta y era él, su aliento fuerte,
A ella se le estremeció la piel, con el alcohol por medio nada salía bien,
Le propinó un beso con compasión, él no contestó,
Lo siguiente que sintió, ella,
Fue que una mano la agarraba con fuerza por su collar de perlas,
Las bolitas saltando por las inmediaciones, el menú había cambiado,
Esa noche se cenaría decepciones, forcejearon por unos instantes,
Era insuficiente la fuerza protegerse, o eran más fuertes las ganas de
desaparecerse,
Desgarró su vestido,
El mismo que le regaló cuando aún eran novios y no habían cometido
la estupidez de decir, si, acepto estar hasta la muerte contigo.
Ella se resistió, había tenido sexo antes con él, por supuesto,
Pero esta vez no, no, constantemente a su cerebro llegaba una
información, no te dejes de este bastardo, es hora de decir adiós.
Era una estatuilla hermosa, se la había regalado su mejor amiga el día
de su boda, nunca le encontró un muy buen uso,
Hasta ese momento que sirvió para acabar con el abuso, luego, sangre
por el suelo, un cuerpo yacía sin vida sobre la alfombra de terciopelo,
encendió un cigarro, quizás dos, sonará maquiavélico pero estaba
feliz, todo acabó, pensaba, agarro su bolso y salió a la calle, solo
caminaba acompañada de lo que diríamos que es la tarde,
Más la tarde no la comprendía, sabía, que algo andaba mal, sabía,
Que quizás cuándo llegara la noche ya no le quedaría vida, había,
Un moretón en su costado, la ropa roída, en mal estado,
No había más escapatoria que caminar en sentido contrario.
Tal vez ser mujer es un pecado, se repetía ella mientras alzaba los
brazos, un puente, agua, ahora sí,
Todo había acabado, un niño nunca pudo ser el mismo al enterarse
desde la casa de sus abuelos de lo que había pasado.
Acompañada de lo que diríamos que es la tarde,
Más la tarde no la comprendía, sabía, que algo andaba mal, sabía,
Que quizás cuándo llegara la noche ya no le quedaría vida, había,
Un moretón en su costado, la ropa roída, en mal estado,
No había más escapatoria que caminar en sentido contrario.
¿Qué había pasado?
Como cada mañana se despertaba, no desayunaba, no,
No podía hacerlo hasta que él no se levantara,
No podía vivir sin que él lo aprobara, más la comida siempre,
Pese a su demora, estaba caliente como las almohadas, luego limpiaba,
El piso, quizás también le hacía falta una mano a su alma,
"Mi pequeña amada", como le decía él, más bien,
"Mi pequeña esclava", no lo amaba ya, no,
Hacía ya varios veranos que se murió el amor,
Estaba enterrado bajo un golpe en su ojo que él, le propinó, claro,
Juró más nunca hacerlo, claro, que se repitió, más allí escampaba ella,
en lugar donde nunca llovió la llovizna de la ilusión.
Era como un robot, cada día era exactamente la fotocopia del anterior,
Miró al reloj, faltaban 5 minutos para que llegara, se alistaba,
Ponía lo comida sobre la mesa, se pintaba,
Era joven pero parecía una anciana,
Disimular la tristeza era lo único que no le quedaba,
Tocaban la puerta y era él, su aliento fuerte,
A ella se le estremeció la piel, con el alcohol por medio nada salía bien,
Le propinó un beso con compasión, él no contestó,
Lo siguiente que sintió, ella,
Fue que una mano la agarraba con fuerza por su collar de perlas,
Las bolitas saltando por las inmediaciones, el menú había cambiado,
Esa noche se cenaría decepciones, forcejearon por unos instantes,
Era insuficiente la fuerza protegerse, o eran más fuertes las ganas de
desaparecerse,
Desgarró su vestido,
El mismo que le regaló cuando aún eran novios y no habían cometido
la estupidez de decir, si, acepto estar hasta la muerte contigo.
Ella se resistió, había tenido sexo antes con él, por supuesto,
Pero esta vez no, no, constantemente a su cerebro llegaba una
información, no te dejes de este bastardo, es hora de decir adiós.
Era una estatuilla hermosa, se la había regalado su mejor amiga el día
de su boda, nunca le encontró un muy buen uso,
Hasta ese momento que sirvió para acabar con el abuso, luego, sangre
por el suelo, un cuerpo yacía sin vida sobre la alfombra de terciopelo,
encendió un cigarro, quizás dos, sonará maquiavélico pero estaba
feliz, todo acabó, pensaba, agarro su bolso y salió a la calle, solo
caminaba acompañada de lo que diríamos que es la tarde,
Más la tarde no la comprendía, sabía, que algo andaba mal, sabía,
Que quizás cuándo llegara la noche ya no le quedaría vida, había,
Un moretón en su costado, la ropa roída, en mal estado,
No había más escapatoria que caminar en sentido contrario.
Tal vez ser mujer es un pecado, se repetía ella mientras alzaba los
brazos, un puente, agua, ahora sí,
Todo había acabado, un niño nunca pudo ser el mismo al enterarse
desde la casa de sus abuelos de lo que había pasado.