pcarballosa
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Los libros ilustrados eran conocidos desde antiguo, y para cuando llegó la Edad Media los manuscritos hechos con pergamino se habían convertido, en muchas ocasiones, en verdaderas obras de arte.
En esta página de un Libro de Horas francés se puede ver una miniatura, letras capitales decoradas y bordes.
El arte de pintar las miniaturas y de ilustrar los libros llegó a ser tan importante que se considera que tuvo un papel de relevancia en el desarrollo de las pinturas románica y gótica; y el uso de dicho arte en los manuscritos no fue importante sólo debido a su valor artístico e histórico, y a su indudable belleza, puesto también fue de utilidad para la preservación para la posteridad del complicado alfabetismo medieval.
En resumen, con el estímulo de la ilustración de libros se conservaron un sinnúmero de obras de la antigüedad que de otra manera probablemente se hubieran perdido para siempre, como sin duda muchas más perecieron no siempre en incendios u otras catástrofes, porque en eso también tuvo importancia la relativa indiferencia reinante en distintos períodos históricos un poco más oscuros.
Las cosas comenzaron a cambiar, sin embargo, luego de la invención de la imprenta durante el siglo XV, incluso cuando en los primeros libros impresos, muchas veces, se reservaban también espacios para las miniaturas, las letras capitales decoradas, y las decoraciones en los márgenes.
El proceso de decorar un libro con miniaturas era más bien lento y artesanal, pues cada texto se elaboraba por separado y terminaba siendo una obra única que sólo unos pocos adinerados se podían dar el lujo de comprar, aun si sólo fuera con el objetivo de colocarla en su biblioteca. En todo caso, en un mundo dominado por el oscurantismo eran tan pocos los alfabetizados que ni aun siendo más barata, la nueva manera de hacer los libros (imprenta) tuvo un impacto inmediato. El único cambio de importancia generado por la imprenta en sus inicios fue la reducción de la cantidad de manuscritos producidos, en especial de la Biblia, que como se sabe fue el primer libro hecho por Gutenberg con la nueva técnica.
El cambio definitivo no se presentó hasta el siglo XVI, cuando la reproducción de los textos con la prensa alcanzó su verdadero auge. El último gran maestro iluminador de libros se llamó Giulio Clovio (1498-1578), y se desempeñó a mediados de dicho siglo.
En ese momento y en lo adelante, los manuscritos y los libros impresos ilustrados comenzaron con su gradual declive, y a medida que crecía la demanda de libros, las decoraciones en los márgenes de estos, así como las letras capitales decoradas, empezaron a ser relegadas de las páginas. Por eso, en un corto tiempo se llamó ilustrados a los textos donde se representaban escenas para reforzar, o para aclarar, lo que se decía con la escritura, y las miniaturas se utilizaron más en retratos sobre otros objetos variados como: medallones, relojes de sobremesa y joyeros.
De todo esto se desprende que en el siglo XIX los libros ilustrados no eran para nada un asunto nuevo a pesar de haber cambiado el significado de esa palabra.
En efecto, la litografía fue popular para crear y reproducir imágenes y debido a eso había un sinnúmero de libros con ilustraciones de calidad, sin embargo, no fue hasta 1844 que salió a la luz el primero de los libros ilustrados con fotografías pues el estado de la tecnología no había hecho posible crearlos antes de dicho año.
La ilustración de libros con el concurso de la fotografía si se trató de una innovación para nada despreciable.
El daguerrotipo se había desarrollado desde antes de 1839, y en ese año se anunció y difundió oficialmente, luego de que Louis Daguerre(1787-1851) pudiera desarrollarlo más, y lo perfeccionara a partir de las experiencias previas de Niépce. El desarrollo de la nueva técnica permitió la toma de vistas exteriores, y para el año 1841, también la realización de retratos, cuando los tiempos de exposición iniciales de cerca de unos diez minutos pudieron reducirse a sólo un minuto gracias a las lentes Petzval y a los catalizadores. Pero el daguerrotipo tenía ciertos defectos: era bastante caro puesto que debía realizarse por encima de una placa metálica pulida y recubierta de plata, en su revelado se usaban vapores de mercurio nocivos para la salud humana, y las imágenes resultantes eran tan frágiles que si se colocaban fuera de la protección de su estuche podrían dañarse de modo irreversible de sólo tocarlas.
En adición, con el daguerrotipo la fotografía era en sí misma negativo y positivo, y esto provocaba que se viera invertida lateralmente, como cuando se la ve a través de un espejo, cosa que podría confundir si se mira una zona urbana; y lo peor, siendo la misma obra negativo y positivo hacía que fuera única e irreproducible, como una pintura, a no ser que se la fotografiara de nuevo de paso volviendo a invertirla durante ese proceso.
En realidad fue esta última limitación comentada la responsable de impedir el uso del daguerrotipo para ilustrar los libros, pues al no disponer de un verdadero negativo se hacía complicado sacarle copias.
La situación por tanto no cambió hasta 1842, dado en ese año el científico inglés y pionero de la fotografía William Fox Talbot (1800-1877), patentó una nueva técnica fotográfica a la que llamó calotipo. La nueva técnica, a diferencia de lo que sucedía con la de Louis Daguerre, resultaba mucho más barata debido a que usaba papel como soporte en lugar del caro metal. Pero lo más importante, el calotipo de Talbot fue el primer procedimiento fotográfico que obtuvo un negativo de la imagen enfocada, con lo que posibilitó la reproducción de ésta de modo casi infinito.
Por eso no es de extrañar que fuera precisamente Talbot el autor del primer texto de la historia ilustrado con fotografías, y lo hizo presuntamente para detallar el desarrollo de la técnica que recién había inventado.
El libro en cuestión fue publicado entre 1844 y 1846 en seis entregas, y se intituló El Lápiz de la Naturaleza. En sus páginas pueden verse 24 fotos, entre las que se cuentan varios estudios de arquitectura, escenarios, naturaleza muerta, primeros planos, facsímiles de láminas, dibujos y textos. En este libro incluso se incluyó un retrato a pesar de que los tiempos de exposición para la obtención de las imágenes eran bastante largos todavía.
El título, por su parte, puede haber sido el resultado de que tanto William Fox Talbot como Hippolythe Bayard (1801-1887), otro pionero de la fotografía, llamaban dibujos fotogénicosa las imágenes obtenidas utilizando variados procedimientos fotográficos con los que experimentaban.
Pero ser el primer libro ilustrado con fotografías no es el único mérito de El Lápiz de la Naturaleza; las imágenes en sus páginas fueron escogidas por su autor de manera que sirvieran para mostrar las grandes posibilidades de la fotografía.
The Open Door es una muestra de que la fotografía podría convertirse en una nueva forma de arte, como de hecho ocurrió.
El lado negativo del libro fue que Talbot lo realizó pegando a mano las fotos sobre el papel, lo que le acarreó problemas años más tarde, cuando las imágenes terminaron dañadas y tuvo que devolver el dinero a todas las personas que lo habían comprado.
Los interesados en ver esta joya de la fotografía de mediados del siglo XIX pueden buscarla usando su nombre original en inglés (The Pencil of Nature).
Por último, espero otros puedan comentar sobre esta y otras muchas curiosidades de la evolución de las artes ahora mucho más comunes hasta el punto de no causar el debido asombro como si todo eso hubiera estado siempre a nuestro alcance.