pcarballosa
Nivel 5
- 1,226
- 1,374
El ser humano es un ente inteligente, y se supone por tanto que, a diferencia de otros seres menos dotados, posee conciencia. En ocasiones, sin embargo, algunos de ellos cometen tales desmanes que pueden lograr que nos preguntemos si realmente es así; y esto se acentúa si los desmanes son cometidos en un país en donde se supone que no podrían ocurrir, y por personas dedicadas a una profesión en la que expresamente se prohíbe un comportamiento como ese, pues existen tanto unos como otras en los que nada asombra. El caso comentado en este artículo es uno de esos en donde la maldad surge a las espaldas de las "buenas intenciones", y en la mente de gente en donde esta no debería de tener cabida. Pero veamos en detalles cómo sucedió esta historia un tanto macabra en donde como en toda historia de esa índole se cosecharon un cierto número de inocentes víctimas (esto nos demuestra como no debemos confiar en nadie guiándonos sólo por su uniforme).
En una época la sífilis fue una enfermedad incurable, como pasa en nuestros días con el sida, y más tarde existieron para ella tratamientos tan tóxicos que de igual manera podían matar al paciente. Había cientos de miles y hasta millones de contagiados (se especula que Lenin la contrajo durante una de sus correrías por los países de Europa, y que fue la verdadera causa de su muerte prematura). Es por tanto de lo más natural que a los preocupados doctores les interesara, y a la vez que buscaban una cura más benigna, se dedicaran a comprobar los destrozos causados por ella. ¿Cómo podrían sino darles una vida digna a los enfermos condenados? El ser humano debe morir un día u otro de todos modos y los médicos están conscientes de eso; para ellos, cuando se ven frente a una enfermedad que los sobrepasa, lo único restante es procurarles a los enfermos una vida lo más llevadera posible. Es por eso que se necesita saber la probable evolución de todos esos males terribles, y muchas veces nos encontramos con gente tan llena de amor por sus congéneres que deciden sacrificar sus vidas como voluntarios en los estudios (en Cuba eso se vio con muchos soldados españoles que se presentaron voluntarios ante Finlay con la idea de que el insigne científico cubano pudiera comprobar en ellos su teoría sobre el vector responsable de la transmisión de la devastadora fiebre amarilla; y aun si el asunto era de su interés dadas las grandes pérdidas que tenían entre sus compañeros por causa de ese mal, que se dice eran mucho más grandes que las causadas por los insurgentes en la manigua, no por esto dejan a mis ojos de ser honorables, porque no conozco el caso de ningún "patriota" que hiciera lo mismo). Pero otras veces los estudios se realizaron a expensas de los mismos enfermos condenados, y esto es verdad necesariamente en cuanto a la sífilis se refiere, puesto que un ser humano puede vivir con ella durante muchos años antes de que su cuerpo finalmente no lo pueda resistir por más tiempo.
En los EE.UU., como en todas las naciones, también los doctores se preocupaban con eso de la progresión natural de la sífilis. En Europa se había hecho un estudio para saber los efectos provocados en los blancos con gente infectada de esa raza, y en Norteamérica se comenzó un estudio para verificar lo mismo en los hombres de raza negra. El estudio se realizó sobre algunos cientos de aparceros afroamericanos que se hallaban enfermos y vivían en Tuskegee, Alabama, por lo que el proceso se conoció como Experimento Tuskegee, el ente encargado de llevarlo a cabo fue el servicio de salud de los EE.UU., y su duración se extendió entre los años 1932 y 1972. En cuanto a la evaluación del mencionado proceso desde el punto de vista ético, en sus inicios el experimento no tuvo nada de malo, ¿cómo podría tenerlo? Y eso aun si se tuviera en cuenta que a los involucrados se les ocultó la enfermedad que los estaba matando. De todos modos, en la época eso era común entre los médicos, y se les solía ocultar a los pacientes mucha información, imagino que debido a que casi la totalidad de ellos eran poco más que analfabetos. En cambio, por su "colaboración", a los involucrados en el experimento se les dio atención médica gratuita para tratar enfermedades menores, se les abasteció con comida (cosa importante en la década del treinta debido a la crisis, cuando en las calles de EE.UU. la gente hacía colas con una latica en la mano para recibir un poco de sopa, y eso fue cierto aun si ahora parece increíble), y no tuvieron que pagar por el transporte a las instalaciones, entre otras facilidades. En adición a todo lo anterior, el estudio estaba pensado para durar sólo pocos meses, y al finalizar se les ofrecería a todos los participantes acceso gratuito al mejor tratamiento posible. El problema surgió un poco más tarde, puesto que la entidad encargada de financiar el tratamiento se retiró del experimento, y éste en lugar de durar meses como se había planeado, se extendió a la cantidad de años mencionados arriba. Por otro lado, como todos saben, a partir de 1941 se logró comenzar a producir masivamente la penicilina utilizable. La penicilina había sido descubierta hacía rato en el Reino Unido gracias a las investigaciones de Alexander Fleming (1881-1955), más exactamente en el año 1928, sólo que resultó un poco difícil elaborar un preparado a base de ella para uso clínico. Pero para el año 1947 la maravillosa medicina se utilizaba con éxito para curar la sífilis sin correr los riesgos de toxicidad del Salvarsan, y de los otros medicamentos anteriores basados en metales pesados, como los preparados a base de mercurio. Por tanto, a partir de este último año todas las personas que se habían involucrado en el Experimento Tuskegee como sujetos de investigación, hubieran podido salvarse de la muerte, o incluso de padecer las secuelas de la sífilis, y muchas no lo hicieron por no ser tratadas en modo alguno, a la vez que se les continuaba mintiendo, y se les inoculaba placebos inútiles.
¿Pueden creer que precisamente unos médicos fueran capaces de hacer tal cosa?
Por desgracia, no existen errores al respecto, y esos doctores se comportaron en los EE.UU. como los peores fascistas lo hicieron en la Alemania Nazi; aun cuando varios de ellos, y también de las enfermeras, eran de piel oscura (cosa que nos dice que no era un caso de racismo).
De todas formas es necesario decir que hubo otro personal involucrado que no sabía en detalle lo que en verdad sucedía, y hacían su trabajo lo mejor que podían en bien de los pacientes. ¿Cómo se iban a imaginar que sus pupilos eran sistemáticamente engañados, y que estaban participando en el experimento no terapéutico en humanos más largo de la historia de la medicina? Los responsables llegaron tan lejos con sus ambiciones que incluso impidieron que los enfermos recibieran tratamiento adecuado cuando a bastantes de ellos, por causa de ser llamados a filas debido al estallido de la Segunda Guerra Mundial, les fue diagnosticada la sífilis y se les reveló su estado.
En fin, y como resultado de la macabra trama, sólo 74 pacientes salieron con vida en tanto que 28 más habían muerto de sífilis, otros 100 murieron por las complicaciones, y unas 40 esposas y 19 niños inocentes se vieron afectados; y esos 74 sobrevivieron debido a una filtración en la prensa del infame procedimiento, o también hubieran sido "beneficiados" con el seguro de sepelio prometido a todos los individuos implicados en la componenda en calidad de conejillos de indias en caso de fallecer, y hubieran ido a parar, como todos sus compañeros menos afortunados, a los cementerios.
Por casos como este es que podemos decir que la prensa libre es útil; una vez salió a la luz el infame proceder de los doctores responsables del curso del Experimento Tuskegee, éste fue cancelado en un solo día. Y eso a pesar de que algunos médicos conscientes y otro personal llevaban años moviéndose dentro del sistema para lograr su clausura. El investigador de enfermedades venéreas, Peter Buxtun, era una de esas personas, y desde 1966 había estado mandando cartas inútilmente, mas llegó el momento en que se cansó del caso omiso que le hacían y filtró la información a los periódicos. En cambio, he leído que en la URSS se detonaron bombas atómicas a gran altitud sobre Almá-Atá, capital de la República Socialista Soviética de Kazajistán entre 1929 y 1998, para estudiar los efectos de las explosiones tanto en la población como en las infraestructuras, e incluso cuando los ciudadanos estuvieron algo atónitos por los fallos eléctricos imprevistos que los pulsos electromagnéticos de la detonación causaban, no se enteraron de la verdadera causa hasta después de la caída del "socialismo". Me imagino cómo habrán tenido que mentir los médicos para explicar los efectos en su salud a los pobres habitantes de esa ciudad soviética a medida que los comprobaban; y no me explico cómo entre ellos, supuestamente educados en los ideales altruistas del comunismo, no surgió ninguno que, como el investigador de los EE.UU. y otros, protestara por el proceder criminal de las autoridades.
La moraleja de todo lo anterior es que no se puede confiar mucho en los gobiernos, independientemente del sistema social en el que se basen o de los ideales que en la teoría propugnen; en especial si en el país no existe la prensa independiente o sus publicaciones son ocultadas al dominio público de alguna manera. El ser humano se guía por sus propios intereses, y es verdad que en esa prensa también existe gente poco sincera, gente dispuesta a mentar sólo para ganar dinero tergiversando la realidad según su interés. Pero si se tiene acceso a variadas fuentes independientes, alguna de ellas revelará lo que sucede más tarde o más temprano, o por lo menos habrá mucha más probabilidad de que eso pase que si todos los medios sirven a un mismo dueño.
Por supuesto, también es verdad que en muchas ocasiones ni la prensa libre puede llegar a la verdad a tiempo, como pasó con el caso de inoculación de enfermedades venéreas en Guatemala por parte de médicos de los EE.UU., que a pesar de haberse hecho en los años cuarenta no se reveló hasta el 2010 y porque el propio gobierno del país norteño reconoció los sucesos y se disculpó públicamente ante el pueblo del país centroamericano (por fortuna para todos el gobierno de EE.UU. está obligado por sus propias leyes a desclasificar documentos cada cierto período de tiempo, sólo es una lástima los demás gobiernos del mundo no estén sometidos al mismo procedimiento).
En 1974, por causa del Experimento Tuskegee comentado, parte del Acta Nacional de Investigación de los EE.UU. se convirtió en ley y se estableció una comisión para estudiar y regular la investigación en humanos, por lo visto en un intento por impedirles a ciertos "doctores" volver a hacer lo mismo en lo futuro.
Por su parte, el 16 de mayo de 1997, el presidente Clinton se reunió con cinco de los ocho supervivientes de la época en la Casa Blanca, y pidió disculpas formalmente en nombre del gobierno de su país, que como suele suceder a menudo, a despecho de los ideales, y de toda la palabrería de los políticos, no supo proteger efectivamente los derechos de los ciudadanos y en cambio los utilizó sin su consentimiento.
Y con esto me despido con la esperanza de que este artículo sirva para demostrar el porqué se debe tener criterio propio, y no confiar demasiado en lo que se predica, sino más bien en los hechos palpables.
En una época la sífilis fue una enfermedad incurable, como pasa en nuestros días con el sida, y más tarde existieron para ella tratamientos tan tóxicos que de igual manera podían matar al paciente. Había cientos de miles y hasta millones de contagiados (se especula que Lenin la contrajo durante una de sus correrías por los países de Europa, y que fue la verdadera causa de su muerte prematura). Es por tanto de lo más natural que a los preocupados doctores les interesara, y a la vez que buscaban una cura más benigna, se dedicaran a comprobar los destrozos causados por ella. ¿Cómo podrían sino darles una vida digna a los enfermos condenados? El ser humano debe morir un día u otro de todos modos y los médicos están conscientes de eso; para ellos, cuando se ven frente a una enfermedad que los sobrepasa, lo único restante es procurarles a los enfermos una vida lo más llevadera posible. Es por eso que se necesita saber la probable evolución de todos esos males terribles, y muchas veces nos encontramos con gente tan llena de amor por sus congéneres que deciden sacrificar sus vidas como voluntarios en los estudios (en Cuba eso se vio con muchos soldados españoles que se presentaron voluntarios ante Finlay con la idea de que el insigne científico cubano pudiera comprobar en ellos su teoría sobre el vector responsable de la transmisión de la devastadora fiebre amarilla; y aun si el asunto era de su interés dadas las grandes pérdidas que tenían entre sus compañeros por causa de ese mal, que se dice eran mucho más grandes que las causadas por los insurgentes en la manigua, no por esto dejan a mis ojos de ser honorables, porque no conozco el caso de ningún "patriota" que hiciera lo mismo). Pero otras veces los estudios se realizaron a expensas de los mismos enfermos condenados, y esto es verdad necesariamente en cuanto a la sífilis se refiere, puesto que un ser humano puede vivir con ella durante muchos años antes de que su cuerpo finalmente no lo pueda resistir por más tiempo.
En los EE.UU., como en todas las naciones, también los doctores se preocupaban con eso de la progresión natural de la sífilis. En Europa se había hecho un estudio para saber los efectos provocados en los blancos con gente infectada de esa raza, y en Norteamérica se comenzó un estudio para verificar lo mismo en los hombres de raza negra. El estudio se realizó sobre algunos cientos de aparceros afroamericanos que se hallaban enfermos y vivían en Tuskegee, Alabama, por lo que el proceso se conoció como Experimento Tuskegee, el ente encargado de llevarlo a cabo fue el servicio de salud de los EE.UU., y su duración se extendió entre los años 1932 y 1972. En cuanto a la evaluación del mencionado proceso desde el punto de vista ético, en sus inicios el experimento no tuvo nada de malo, ¿cómo podría tenerlo? Y eso aun si se tuviera en cuenta que a los involucrados se les ocultó la enfermedad que los estaba matando. De todos modos, en la época eso era común entre los médicos, y se les solía ocultar a los pacientes mucha información, imagino que debido a que casi la totalidad de ellos eran poco más que analfabetos. En cambio, por su "colaboración", a los involucrados en el experimento se les dio atención médica gratuita para tratar enfermedades menores, se les abasteció con comida (cosa importante en la década del treinta debido a la crisis, cuando en las calles de EE.UU. la gente hacía colas con una latica en la mano para recibir un poco de sopa, y eso fue cierto aun si ahora parece increíble), y no tuvieron que pagar por el transporte a las instalaciones, entre otras facilidades. En adición a todo lo anterior, el estudio estaba pensado para durar sólo pocos meses, y al finalizar se les ofrecería a todos los participantes acceso gratuito al mejor tratamiento posible. El problema surgió un poco más tarde, puesto que la entidad encargada de financiar el tratamiento se retiró del experimento, y éste en lugar de durar meses como se había planeado, se extendió a la cantidad de años mencionados arriba. Por otro lado, como todos saben, a partir de 1941 se logró comenzar a producir masivamente la penicilina utilizable. La penicilina había sido descubierta hacía rato en el Reino Unido gracias a las investigaciones de Alexander Fleming (1881-1955), más exactamente en el año 1928, sólo que resultó un poco difícil elaborar un preparado a base de ella para uso clínico. Pero para el año 1947 la maravillosa medicina se utilizaba con éxito para curar la sífilis sin correr los riesgos de toxicidad del Salvarsan, y de los otros medicamentos anteriores basados en metales pesados, como los preparados a base de mercurio. Por tanto, a partir de este último año todas las personas que se habían involucrado en el Experimento Tuskegee como sujetos de investigación, hubieran podido salvarse de la muerte, o incluso de padecer las secuelas de la sífilis, y muchas no lo hicieron por no ser tratadas en modo alguno, a la vez que se les continuaba mintiendo, y se les inoculaba placebos inútiles.
¿Pueden creer que precisamente unos médicos fueran capaces de hacer tal cosa?
Por desgracia, no existen errores al respecto, y esos doctores se comportaron en los EE.UU. como los peores fascistas lo hicieron en la Alemania Nazi; aun cuando varios de ellos, y también de las enfermeras, eran de piel oscura (cosa que nos dice que no era un caso de racismo).
De todas formas es necesario decir que hubo otro personal involucrado que no sabía en detalle lo que en verdad sucedía, y hacían su trabajo lo mejor que podían en bien de los pacientes. ¿Cómo se iban a imaginar que sus pupilos eran sistemáticamente engañados, y que estaban participando en el experimento no terapéutico en humanos más largo de la historia de la medicina? Los responsables llegaron tan lejos con sus ambiciones que incluso impidieron que los enfermos recibieran tratamiento adecuado cuando a bastantes de ellos, por causa de ser llamados a filas debido al estallido de la Segunda Guerra Mundial, les fue diagnosticada la sífilis y se les reveló su estado.
En fin, y como resultado de la macabra trama, sólo 74 pacientes salieron con vida en tanto que 28 más habían muerto de sífilis, otros 100 murieron por las complicaciones, y unas 40 esposas y 19 niños inocentes se vieron afectados; y esos 74 sobrevivieron debido a una filtración en la prensa del infame procedimiento, o también hubieran sido "beneficiados" con el seguro de sepelio prometido a todos los individuos implicados en la componenda en calidad de conejillos de indias en caso de fallecer, y hubieran ido a parar, como todos sus compañeros menos afortunados, a los cementerios.
Por casos como este es que podemos decir que la prensa libre es útil; una vez salió a la luz el infame proceder de los doctores responsables del curso del Experimento Tuskegee, éste fue cancelado en un solo día. Y eso a pesar de que algunos médicos conscientes y otro personal llevaban años moviéndose dentro del sistema para lograr su clausura. El investigador de enfermedades venéreas, Peter Buxtun, era una de esas personas, y desde 1966 había estado mandando cartas inútilmente, mas llegó el momento en que se cansó del caso omiso que le hacían y filtró la información a los periódicos. En cambio, he leído que en la URSS se detonaron bombas atómicas a gran altitud sobre Almá-Atá, capital de la República Socialista Soviética de Kazajistán entre 1929 y 1998, para estudiar los efectos de las explosiones tanto en la población como en las infraestructuras, e incluso cuando los ciudadanos estuvieron algo atónitos por los fallos eléctricos imprevistos que los pulsos electromagnéticos de la detonación causaban, no se enteraron de la verdadera causa hasta después de la caída del "socialismo". Me imagino cómo habrán tenido que mentir los médicos para explicar los efectos en su salud a los pobres habitantes de esa ciudad soviética a medida que los comprobaban; y no me explico cómo entre ellos, supuestamente educados en los ideales altruistas del comunismo, no surgió ninguno que, como el investigador de los EE.UU. y otros, protestara por el proceder criminal de las autoridades.
La moraleja de todo lo anterior es que no se puede confiar mucho en los gobiernos, independientemente del sistema social en el que se basen o de los ideales que en la teoría propugnen; en especial si en el país no existe la prensa independiente o sus publicaciones son ocultadas al dominio público de alguna manera. El ser humano se guía por sus propios intereses, y es verdad que en esa prensa también existe gente poco sincera, gente dispuesta a mentar sólo para ganar dinero tergiversando la realidad según su interés. Pero si se tiene acceso a variadas fuentes independientes, alguna de ellas revelará lo que sucede más tarde o más temprano, o por lo menos habrá mucha más probabilidad de que eso pase que si todos los medios sirven a un mismo dueño.
Por supuesto, también es verdad que en muchas ocasiones ni la prensa libre puede llegar a la verdad a tiempo, como pasó con el caso de inoculación de enfermedades venéreas en Guatemala por parte de médicos de los EE.UU., que a pesar de haberse hecho en los años cuarenta no se reveló hasta el 2010 y porque el propio gobierno del país norteño reconoció los sucesos y se disculpó públicamente ante el pueblo del país centroamericano (por fortuna para todos el gobierno de EE.UU. está obligado por sus propias leyes a desclasificar documentos cada cierto período de tiempo, sólo es una lástima los demás gobiernos del mundo no estén sometidos al mismo procedimiento).
En 1974, por causa del Experimento Tuskegee comentado, parte del Acta Nacional de Investigación de los EE.UU. se convirtió en ley y se estableció una comisión para estudiar y regular la investigación en humanos, por lo visto en un intento por impedirles a ciertos "doctores" volver a hacer lo mismo en lo futuro.
Por su parte, el 16 de mayo de 1997, el presidente Clinton se reunió con cinco de los ocho supervivientes de la época en la Casa Blanca, y pidió disculpas formalmente en nombre del gobierno de su país, que como suele suceder a menudo, a despecho de los ideales, y de toda la palabrería de los políticos, no supo proteger efectivamente los derechos de los ciudadanos y en cambio los utilizó sin su consentimiento.
Y con esto me despido con la esperanza de que este artículo sirva para demostrar el porqué se debe tener criterio propio, y no confiar demasiado en lo que se predica, sino más bien en los hechos palpables.