En realidad eso lo planteó Platón, y lo menciona en su obra llamada El Banquete, explicando el amor y el porqué de la necesidad humana de buscar "su otra mitad". También de ella se decanta, entre otras cosas, lo que conocemos como ser andrógino, es decir, que posee características físicas que le hacen fácilmente confundible con un sexo u otro. Un ejemplo de persona andrógina es Tilda Swinton (actriz de cine), o el difunto David Bowie, cuyo personaje de Ziggy Stardust le dio esa característica.
En esa obra es donde se dice que estos humanos quisieron invadir el Olimpo, y Zeus no lo permitió, lanzándole rayos que separó a estos seres, obligándolos a caminar en sólo dos pies.
En la mitología griega, los humanos no son así. Primero vinieron los dioses primordiales, de los cuales Gea (O Gaia, la Tierra) dio origen a los titanes y a los primeros humanos. Antes de ella, Caos, luego Urano, y así. Hasta que llegamos al mito del fuego de Prometeo. Este era un titán que se robó el fuego de los dioses para dárselo a los humanos. Por esta acción, Zeus, autosuficiente en toda su extensión como dios y jefe del Olimpo, lo condenó a que fuera encadenado a una roca y todos los días un águila le devorara el hígado.
Pero los humanos siempre han sido criaturas insignificantes para los dioses. Al menos desde el punto de vista en que pintan a los dioses como poderosos. Vamos, que somos meras hormigas en sus zapatos. Y lo que da origen a este post, como ya mencioné, fue idea de Platón. De hecho, este también es el origen de lo que conocemos como "amor platónico".