Gigangel
Nivel 5
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En la esquina de la casa alguien botó un saco. En su interior había libros. Llegué un poco tarde a curiosear porque varios ya se habían adelantado a revisar. Increíble pero cierto. Todavía hay gente que lee libros de texto. En un mundo tan digitalizado aún esas hojas reales atraen a la gente. Ni hablar de los buzos. A mí también me gusta leer así que le metí garra a dos que me llamó la atención y lucian nuevos.
Llegué a casa con los libros y mire sus títulos. ¡Vaya decepción! Uno tenía de título Con el Jolongo al Hombro y parecía que era algo de unos negros en África que jugaban ajedrez con una jirafa. ¡Vaya rareza! El otro parecía un libro pero en realidad era la portada de un diario, medio grueso y hojas algo amarillas pero letras nítidas dónde relatan una historia interesante y que quiero compartir con ustedes. Solo había un nombre al inicio: Serguey, así que supongo que seria el dueño de este diario. Antes de empezar el socio este, Serguey, escribe algo gracioso sus anécdotas, así que voy a tratar de ser fiel a su escritura.
"Jueves 6 pm.
Hoy voy a casa de Jessica por la noche. Ella está con ese lío que fuera hoy precisamente que sus padres se iban para Santiago de Cuba. No sé que se trae. Espero que no sea para contarme una de sus nuevas calenturas por alguien del politécnico. Ya veré. Estoy tan aburrido".
Jueves 11:30 pm
Vengo con tremendo empingue de casa de Jessica. Al final quería que fuera porque tenía la "perilla" caliente y quería que yo le quitara las ganas. Me recibió en su casa con pura ropa corta. Yo diciéndole elogios hasta que nos sentamos, ella frente a mi y con las piernas abiertas como al descuido. En broma le dije que me gustaba su tanga negra y la muy cochina se abrió más y dijo: "Mira bien. No es una tanga". Entonces me di cuenta que estaba mirando una tarantula de pelos que tenía en el Toto y que parecía un jardín botánico. Yo me quedé así, en pausa, y ella con ojos de enferma: Ven, quiero que me chupes aquí. Me dijo eso abriéndose el chocho con las manos y acercándose a mi cara. ¡Que asco! La empujé contra el sofá y ella pensando que le iba a ir encima para darle lengua pues se quedó así, toda despatarrada esperando. Pero le dije una pila de cosas. Puerca, cochina, perra ruina, puta. Y lo más lindo es que parecía que eso la calentaba más todavía porque se empezó a acariciar su cosa como poseída. Al final la dejé en eso y me fui. Me llamaba pero ni caso le hice. Ahora aquí en casa me estoy desahogando con mi diario y el consolador que me regaló Pablito.
Fin de la primera hoja del diario.
Continuará.
Llegué a casa con los libros y mire sus títulos. ¡Vaya decepción! Uno tenía de título Con el Jolongo al Hombro y parecía que era algo de unos negros en África que jugaban ajedrez con una jirafa. ¡Vaya rareza! El otro parecía un libro pero en realidad era la portada de un diario, medio grueso y hojas algo amarillas pero letras nítidas dónde relatan una historia interesante y que quiero compartir con ustedes. Solo había un nombre al inicio: Serguey, así que supongo que seria el dueño de este diario. Antes de empezar el socio este, Serguey, escribe algo gracioso sus anécdotas, así que voy a tratar de ser fiel a su escritura.
"Jueves 6 pm.
Hoy voy a casa de Jessica por la noche. Ella está con ese lío que fuera hoy precisamente que sus padres se iban para Santiago de Cuba. No sé que se trae. Espero que no sea para contarme una de sus nuevas calenturas por alguien del politécnico. Ya veré. Estoy tan aburrido".
Jueves 11:30 pm
Vengo con tremendo empingue de casa de Jessica. Al final quería que fuera porque tenía la "perilla" caliente y quería que yo le quitara las ganas. Me recibió en su casa con pura ropa corta. Yo diciéndole elogios hasta que nos sentamos, ella frente a mi y con las piernas abiertas como al descuido. En broma le dije que me gustaba su tanga negra y la muy cochina se abrió más y dijo: "Mira bien. No es una tanga". Entonces me di cuenta que estaba mirando una tarantula de pelos que tenía en el Toto y que parecía un jardín botánico. Yo me quedé así, en pausa, y ella con ojos de enferma: Ven, quiero que me chupes aquí. Me dijo eso abriéndose el chocho con las manos y acercándose a mi cara. ¡Que asco! La empujé contra el sofá y ella pensando que le iba a ir encima para darle lengua pues se quedó así, toda despatarrada esperando. Pero le dije una pila de cosas. Puerca, cochina, perra ruina, puta. Y lo más lindo es que parecía que eso la calentaba más todavía porque se empezó a acariciar su cosa como poseída. Al final la dejé en eso y me fui. Me llamaba pero ni caso le hice. Ahora aquí en casa me estoy desahogando con mi diario y el consolador que me regaló Pablito.
Fin de la primera hoja del diario.
Continuará.