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Estaba navegando en mi muro de Facebook cuando llegué a una publicación que pedía contexto sobre un dúo llamado Crystal Castle; nunca antes había sabido de su existencia. Y empecé a leer comentarios acerca de la historia que tuvieron ambos artistas. Como que la información estaba muy dispersa y había más opiniones que datos. Pero por suerte alguien puso un enlace a un vídeo en YouTube donde se decía todo de forma ordenada. Mi interés se hallaba en una batalla de fusión y separación entre el artista, la obra y el público. Pueden buscar la historia del dúo en Internet; me limitaré a decir que entre ambos, una mujer y un hombre, se desarrolló una relación muy problemática o como dirían "tóxica". Acentuada por la razón de que ella tenía entre 14-16 y el como 20 o más cuando iniciaron el noviazgo. Se dice que, en la obra musical del dúo, la chica expresa todo lo que sufría junto al muchacho; cosa que posteriormente evidenció públicamente junto a la declaración de todo lo vivido durante años. Por tales motivos el público asume también posturas contra el dúo y la obra. Algunos como el youtuber dicen que NO deberíamos escuchar su música porque sus mensajes están cargados de angustia y porque fue creada mientras ella sufría. Otros dicen que el artista es independiente a la obra que realiza.
Considero que el artista, el público y su obra son elementos inseparables. De no haber un vínculo entre el artista y la obra, dónde queda el acto creativo. Pero también considero que las obras no son un clon del artista. Para cada caso es necesario análisis y contexto. El público es la finalidad del acto creativo, si no existe él nada tampoco. Pero por qué razón el público debe determinar que la transición entre el artista y su obra es motivo suficiente para censurarlo. Pablo Neruda es un ejemplo contemporáneo de este tipo de sucesos, ¿deberíamos condenar su obra por sus actitudes personales? En sus veinte poemas de amor, el poeta escribe trabajos ajenos a su malicia. Pero volviendo a la transición y Crystal Castle, en ese caso nace un fruto de cargas negativas. ¿Por ello sus creaciones deberían ser olvidadas? El público está prefiriendo construir su vida a base de mensajes positivos y dejar en la historia toda tragedia.
Hacia el desenlace, los tres caen en puro juicio personal desde nuestro papel como público y nuestras limitaciones intelectuales. Los organismos competentes condenan el porte de materiales con contenido altamente sensible que pueden haber sido realizados en formato artístico por criminales. Los gobiernos destruyen libros que contienen ideologías, o comparten actitudes, altamente peligrosas para la sociedad. Ya no importa si el músico hizo una canción magnífica, pues piensa algo incompatible conmigo y/o usó tecnologías que considero poco artísticas como apoyo. Será porque disfruto lo dañino, que prefiero reflexionar sobre las creaciones de personas con pensamientos distintos al mío. Así empieza el demonio de la perversidad en nosotros para terminar con nuestra vida de forma impredecible, aunque mejor que antes. No creo que Crystal Castle merezca el olvido por lo que expresa, por su creadora o por la opinión del público. Pues cuando el público niega a los otros dos, los tres desaparecen; la obra y el artista por falta de finalidad, mientras que el otro porque desprecia una parte de sí. Sucedería igual si la chica del dúo se hubiera negado a sí misma y a su obra, ya nadie la escucharía por falsedades. Y quién ha visto obra que niegue a su autor o público. Si una obra te gusta, ¿serías tan estúpidx como para destruir el vínculo? ¿Es a ti a quien corresponde tirar la primera piedra porque la relación es perfecta, justa y sincera?
Considero que el artista, el público y su obra son elementos inseparables. De no haber un vínculo entre el artista y la obra, dónde queda el acto creativo. Pero también considero que las obras no son un clon del artista. Para cada caso es necesario análisis y contexto. El público es la finalidad del acto creativo, si no existe él nada tampoco. Pero por qué razón el público debe determinar que la transición entre el artista y su obra es motivo suficiente para censurarlo. Pablo Neruda es un ejemplo contemporáneo de este tipo de sucesos, ¿deberíamos condenar su obra por sus actitudes personales? En sus veinte poemas de amor, el poeta escribe trabajos ajenos a su malicia. Pero volviendo a la transición y Crystal Castle, en ese caso nace un fruto de cargas negativas. ¿Por ello sus creaciones deberían ser olvidadas? El público está prefiriendo construir su vida a base de mensajes positivos y dejar en la historia toda tragedia.
Hacia el desenlace, los tres caen en puro juicio personal desde nuestro papel como público y nuestras limitaciones intelectuales. Los organismos competentes condenan el porte de materiales con contenido altamente sensible que pueden haber sido realizados en formato artístico por criminales. Los gobiernos destruyen libros que contienen ideologías, o comparten actitudes, altamente peligrosas para la sociedad. Ya no importa si el músico hizo una canción magnífica, pues piensa algo incompatible conmigo y/o usó tecnologías que considero poco artísticas como apoyo. Será porque disfruto lo dañino, que prefiero reflexionar sobre las creaciones de personas con pensamientos distintos al mío. Así empieza el demonio de la perversidad en nosotros para terminar con nuestra vida de forma impredecible, aunque mejor que antes. No creo que Crystal Castle merezca el olvido por lo que expresa, por su creadora o por la opinión del público. Pues cuando el público niega a los otros dos, los tres desaparecen; la obra y el artista por falta de finalidad, mientras que el otro porque desprecia una parte de sí. Sucedería igual si la chica del dúo se hubiera negado a sí misma y a su obra, ya nadie la escucharía por falsedades. Y quién ha visto obra que niegue a su autor o público. Si una obra te gusta, ¿serías tan estúpidx como para destruir el vínculo? ¿Es a ti a quien corresponde tirar la primera piedra porque la relación es perfecta, justa y sincera?