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Miembro 290
Invitado
El Satanismo no es adoración al Demonio. Eso viene como un susto para muchos que no han explorado esta filosofía y es la principal mala interpretación que los de afuera tienen con respecto a la Iglesia de Satán. El fundador Anton Szandor LaVey afirmó esta postura desde el comienzo. A lo largo de los años individuos con la necesidad de sentirse apoyados por una deidad han afirmado que el Dr. LaVey de alguna manera llegó a creer en un Satán literal. Si se examina su trabajo, es claro que él nunca cambió de opinión acerca de esto, ni fue jamás la creencia en el demonio alguna práctica secreta del “círculo interno” de la Iglesia de Satán.
Los satanistas entienden que la verdad y la fantasía son necesarias para el animal humano. Es un paso hacia la sabiduría cuando uno sabe con certeza cuál es cuál. El hombre se respalda en el simbolismo y la metáfora cuando construye un marco conceptual para comprender el universo en el cual vive. De La Biblia Satánica: “El hombre siempre ha creado sus dioses, más que sus dioses lo han creado a él”. Sin embargo, éste acto de creación es usualmente negado. La historia muestra que los fundadores de las religiones afirmaron un contacto personal con la deidad fabricada a través de sus imaginaciones, y legiones de seguidores reforzaron aquella ficción. No hay nada malo con la fantasía, mientras que como un individuo sepa que se está utilizando éste auto-engaño controlado como una herramienta para tratar con la existencia. Para los satanistas escépticos, pragmáticos, eso está manejado en la cámara ritual. La dependencia en construcciones fantásticas se vuelve peligrosa cuando los creyentes en religiones espirituales insisten dogmáticamente que sus fantasías personales y colectivas son reales en el mundo, que ellas son la única verdad absoluta y por eso esperan para que el mito los guíe o intentan obligar a otros a compartir éste engaño. Eso ha sido la fuente para incontables guerras, como cualquier estudiante de historia puede observar.
El libro seminal del Dr. LaVey, La Biblia Satánica, publicado en 1969 establece algunos principios básicos:
El satanista toma conciencia que el hombre, y la acción y reacción del universo, es responsable por todo, y no se engaña en pensar que a alguien le importa.
¿No es más sensible adorar a un dios que, él mismo, ha creado, de acuerdo con sus propias necesidades emocionales – uno que represente mejor el propio ser carnal y físico que tiene la idea/poder para inventar a un dios en primer lugar?
De una entrevista de 1986 con Walter Harrington de The Washington Post:
“Satán es un símbolo, nada más” dice LaVey. “Satán significa nuestro amor por lo terrenal y nuestro rechazo a la imagen pálida e inefectiva de Cristo en la cruz”.
Aceptando la premisa axiomática que los dioses no existen como entidades supernaturales significa que los satanistas son ateos de hecho. Sabemos que el mundo objetivo es indiferente a nosotros. Ya que nuestra filosofía es egocéntrica, cada satanista se ve a sí mismo como la persona más importante de su vida. Cada individuo, de esta manera, genera su propia jerarquía de valores y juzga a todo basado en sus propios estándares. Por lo tanto, los satanistas se apuntan a ellos mismos como los “Dioses” en sus universos subjetivos. Esto no significa que piensen tener los poderes de una deidad mitológica, sino que significa que veneran las capacidades creativas de nuestra especie. Así para distinguirse de los ateos, quienes simplemente rechazan a Dios como no existente, se llaman a ellos mismos “Yo-teístas”, con nuestro propio y saludable ego como el centro de nuestra perspectiva. Este es verdaderamente un concepto blasfemo que vuela a la cara de cada una de las otras religiones y es por esto que Satán nos sirve bien como un símbolo. El fue descrito como -el orgulloso-, que se negó a inclinarse ante Jehová. El es aquel que cuestiona a la autoridad, buscando la libertad más allá del atrofiante ámbito del Cielo. El es la figura defendida por Mark Twain, Milton y Byron como el crítico independiente que heroicamente se sostiene por si solo.
LaVey realizó la más detallada presentación de su concepto de cómo funciona Satán en su filosofía en el siguiente monólogo que apareció en el libro de Jack Fritscher, Popular Witchcraft, publicado en 1973.
“No siento que elevando al demonio en un sentido antropológico es tan factible como a los teólogos o a los metafísicos les gustaría creer. He sentido Su presencia, pero solamente como una extensión exteriorizada de mi propio potencial, como un alter-ego o un concepto evolucionado que he podido exteriorizar. Con una plena conciencia, yo me puedo comunicar con esta semblanza, esta criatura, este demonio, esta personificación que veo en los ojos del símbolo de Satán – la cabra de Mendes – al comulgar con ello ante el altar. Ninguno de estos es algo más que una imagen reflejada de la potencial que percibo en mí mismo.
Tengo la conciencia de que la objetivación es de acuerdo a mi propio ego. No estoy engañándome a mí mismo de que estoy llamando a algo que está desasociado o exteriorizado de mí mismo, el altísimo. Esta Fuerza no es un factor que me controla y sobre cual yo no tengo control. El principio satánico es que el hombre voluntariosamente controla su destino; si no lo hace, algún otro hombre – mucho más inteligente que él – lo hará. Satán es, por lo tanto, una extensión de la propia psique o esencia deliberada, por lo que aquella extensión puede a veces contrariar y dar directrices a través del sí mismo de una forma en que se piensa del sí mismo como una unidad individual no puede. De esta forma ayuda a describir de una manera exteriorizada al Demonio. El propósito es tener algo de una naturaleza idólatra, objetiva con la cual estar en comunión. Sin embargo, el hombre posee conexión, contacto, control. Esta noción de un Dios/Satán no es nueva.”
El acercamiento esbozado acá, de crear concientemente una exteriorización del yo con el cual uno comulga únicamente durante el ritual, es un concepto religioso revolucionario del satanismo de LaVey y es un acercamiento de “tercer lado” el que se hace elusivo a muchos para los que ello no es natural. Es una prestidigitación psicológica, no una forma de fe. Establece que para el satanista en ritual, él ES Satán.
Para ser justos, la gente asistiendo a trabajos de los ritos bombásticos y teatrales de LaVey puede no ser capaz de separar la exclamación “¡Viva Satán!” mientras estén en la cámara ritual con la incredulidad en cualquier dios externo fuera de la cámara. Pero entonces, el satanismo no está consignado para todos. Cuando se nos pregunta si existe un próximo volumen de Satanismo para Bobos, respondemos: “El satanismo no está destinado para bobos”. Como él dijo en La Biblia Satánica y frecuentemente en entrevistas: “El satanismo demanda estudio –NO adoración”. La capacidad para pensar es esperada en los satanistas. Así LaVey esperaba que aquellos que apoyaran su filosofía entendieran dónde trazar la línea entre lo fantástico y lo real. El proclamó que era un feriante, y sintió que sus satanistas no debían ser unos ignorantes, confundiendo la mascarada con la realidad. Como un hombre de carnaval, él sabía cómo entretener para atraer la atención y así, entonces, poder presentar ideas más serias. Algunos podrían mirar despectivamente su metodología, desestimando sus más profundas meditaciones debido a los elementos circenses. Sin embargo, yo creo que se podría hacer un caso en que todas las religiones están en el “negocio del espectáculo”, pero la Iglesia de Satán es la única lo suficientemente honesta para admitirlo.
En una entrevista realizada en un LP llamado The Occult Explosion (La Explosión Oculta) de 1973, LaVey explicó cómo la Iglesia de Satán trata diferentes conceptos de Satán:
”Satán es, para nosotros, un símbolo más que un ser antropológico, aunque muchos miembros de la Iglesia de Satán, místicamente inclinados, prefieren pensar en Satán en una forma muy real y antropomórfica. Por supuesto, nosotros no desalentamos esto, debido a que nos damos cuenta que para muchos individuos una imagen, una bien forjada imagen de su mentor o su divinidad tutelar, para ellos es muy importante, para conceptualizar ritualmente. Sin embargo, Satán simbólicamente es el maestro: el informante de los porqués y los por los cuáles del mundo. Y en respuesta a aquellos que nos catalogarían de “Adoradores del Demonio” o fueran muy rápidos para asumir que somos adoradores de Satán, debo decir que Satán demanda estudio, no adoración, en su más verdadera simbología.
Nosotros no nos humillamos; no nos ponemos de rodillas y adoramos a Satán. No pedimos, no imploramos a Satán para que nos brinde lo que deseamos. Sentimos que quienquiera que vaya a ser bendecido por cualquier dios de su elección va a tener que mostrar aquel dios que él es capaz de hacerse cargo de las bendiciones que son recibidas.
Así él apoya la creación de un dios-símbolo basado en las propias necesidades y elecciones estéticas. La fantasía creativa es empleada para la realización emocional, experimentada en el contexto de la cámara ritual. Los satanistas ven a Satán como su símbolo apropiado para concretar aquellas necesidades, una magnificación de lo mejor dentro de nosotros.
Adicionalmente, LaVey especuló sobre la idea que cuando se intenta Magia Mayor, eso podría ser que el operador esté interviniendo en una fuerza que es parte de la naturaleza para magnificar su Voluntad. Esta fuerza está oculta, desconocida y por lo tanto, “oscura”. Pero LaVey no vio la fuerza como una entidad supernatural. En La Biblia Satánica, explicó originalmente “el satanista simplemente acepta la definición (de Dios) que mejor le acomoda”. El sigue de cerca aquello con la definición que él emplea:
Para el satanista, “Dios” – por cualquier nombre que se le llame o por ningún nombre del todo – es visto como un factor de balance en la naturaleza y no como un ser preocupado con el sufrimiento. Esta poderosa fuerza que penetra y balancea el universo es demasiado impersonal para preocuparse de la felicidad o la miseria de las criaturas de carne y hueso en ésta bola de mugre sobre la cual vivimos.
LaVey claramente deposita una fuerza desinteresada, remota –no una personalidad o entidad –que balancea el universo. El lo ve tan indiferente a las formas de vida, como cualquiera de las otras fuerzas, como lo sería la gravedad. Es un mecanismo, no un personaje. Eso no amerita diferencia, contemporización o idolatría. Puede ser nombrado o no. Opera sin el conocimiento de otros seres conscientes. El habló de esto a Burton Wolfe, quien escribió la introducción a La Biblia Satánica:
Por supuesto que LaVey señaló a quién quisiera escuchar que el Demonio para él y sus seguidores no era el tipo estereotipado envuelto en un atuendo rojo, con cuernos, cola y tridente, sino más bien las fuerzas oscuras en la naturaleza, que los seres humanos están recién comenzando a comprender. ¿Cómo pudo LaVey cuadrar tal explicación con su propia apariencia, en momentos de capucha negra y cuernos? El respondió –La gente necesita el ritual, con símbolos como los que encuentras en partidos de béisbol o en servicios religiosos o guerras, como vehículos para gastar las emociones que no pueden liberar o incluso comprender por éllos mismos.
Así LaVey aceptó que actualmente puede haber elementos inexplicados del universo que eran parte de su trama, pero que estos no son sobrenaturales. El sugiere que la mente inquisitiva del Hombre puede eventualmente llegar a entender cómo ellos funcionan. Las implicaciones de éstas ideas ofrecen gran libertad. Puesto que no existe una deidad real vigilando o mandando el comportamiento de nuestras especies, los hombres son libres para imaginarse cualquier tipo de Dios que elijan para satisfacer sus propias necesidades, sin embargo no deberían olvidarse que tales fantasías son solamente eso – nada más.
En aquel mismo pasaje, él también indica la razón principal para comprometerse en el ritual, el que definió como Magia Mayor: este sirve como un medio para la liberación de emociones reprimidas que las personas podían no comprender completamente. Por lo tanto, el ritual posee un propósito ritual; claramente no está pensado como forma de adoración de alguna entidad sobrenatural. El ritual es demostrablemente parte de la cultura humana. LaVey sabía que este sirvió un valor para las personas a lo largo del milenio, incluso si este fue realizado por razones que no cuadraban con la realidad. Esto hizo que la gente se sintiera mejor de lo que habían sentido de antemano. Así, como continuó en La Biblia Satánica, hablando de la búsqueda por una religión apropiada: “Si él se acepta a sí mismo, pero reconoce que el ritual y la ceremonia son dispositivos que sus religiones inventadas han utilizado para sustentar su fe en una mentira, entonces es la MISMA FORMA DE RITUAL que sustentará su fe en la verdad –el esplendor primitivo que le otorgará su conciencia de su propio ser majestuoso le sumará sustancia”. De esta forma el dispositivo del ritual, que él explicó como “auto-engaño controlado”, puede ser de uso práctico para el bienestar del propio estado mental. La verdad referida más arriba es que todos los dioses son una invención de la bestia creativa llamada Hombre.
Para resumir el viaje de un típico individuo observando la realidad para declararse a él mismo un satanista, enumeremos varias afirmaciones:
La Naturaleza abarca todo lo que existe. No hay nada sobrenatural en la Naturaleza. Lo espiritual es una ilusión. Soy completamente carnal. La razón es mi herramienta para el conocimiento, haciendo de la fe un anatema. Cuestiono todas las cosas. Soy un escéptico. No acepto falsas dicotomías. En lugar de ello, encuentro el “tercer lado” el que me acerca al entendimiento de los misterios de la existencia. El universo no es benevolente, tampoco malevolente, es indiferente. No existen Dioses. Yo soy ateo. No existe un propósito intrínseco para la vida más allá de los imperativos biológicos. Así determino el sentido de mi propia vida. Yo decido lo que es de valor. Yo soy mi valor más elevado, y de esta forma soy mi propio Dios. Soy un YO-teísta Bien es aquello que me beneficia y promueve aquello que estimo. Mal es aquello que me hiere y obstaculiza lo que aprecio. Yo vivo para maximizar lo Bueno para mi mismo y para aquellos que valoro. Todo el tiempo me mantengo en control en mi búsqueda del placer. Yo soy un Epicúreo. El mérito determina mi criterio para el juicio de mí mismo y de los otros. Juzgo y estoy preparado para ser juzgado. Busco un resultado justo en mis intercambios con aquellos alrededor mío. Yo, de esta manera, haré a los demás lo que preferiría que ellos me hicieran a mí. Sin embargo, si ellos me tratan pobremente, devolvería aquel comportamiento en grado similar. Comprendo la necesidad humana por símbolos como formas de purificación de complejas estructuras de pensamiento. El símbolo que mejor ejemplifica mi naturaleza como una bestia consciente es Satán, el avatar de la carnalidad, la justicia y la auto-determinación. Me veo reflejado en la filosofía creada por Anton Szandor LaVey. Me enorgullezco de llamarme un satanista.
Estas ideas fundamentales para satanistas funcionan como un cimiento terrenal que encuentran profundamente liberador y dan la bienvenida a la aceptación de nosotros mismos como animales humanos. Para el tipo de persona que siente la necesidad por una figura paterna externa supernatural, la responsabilidad por auto-determinación explícita en ésta ruta podría ser pavoroso. Para el satanista, la creencia en cualquier Dios o Demonio real al cual uno debería comprometerse es repugnante y embrutecedora. “Coinciden en discrepar” con aquellos que están orientados espiritualmente con respecto a sus diferentes acercamientos de vida, de ahí su apoyo al pluralismo en la sociedad. Los satanistas saben que su manera no es para todos. Simplemente solicitan a que los otros sigan sus propios caminos y les permitan ser como son.
-Pero por favor, todos ustedes creyentes, entiendan que no somos simplemente vuestro “reverso”. No somos adoradores del Demonio. Simplemente somos auto-adoradores carnales buscando disfrutar nuestras vidas al máximo. Que encuentren regocijo en el servilismo a tu deidad elegida. ¡Nosotros ciertamente lo haremos!
(Texto originalmente publicado en Las Escrituras Satánicas)
Los satanistas entienden que la verdad y la fantasía son necesarias para el animal humano. Es un paso hacia la sabiduría cuando uno sabe con certeza cuál es cuál. El hombre se respalda en el simbolismo y la metáfora cuando construye un marco conceptual para comprender el universo en el cual vive. De La Biblia Satánica: “El hombre siempre ha creado sus dioses, más que sus dioses lo han creado a él”. Sin embargo, éste acto de creación es usualmente negado. La historia muestra que los fundadores de las religiones afirmaron un contacto personal con la deidad fabricada a través de sus imaginaciones, y legiones de seguidores reforzaron aquella ficción. No hay nada malo con la fantasía, mientras que como un individuo sepa que se está utilizando éste auto-engaño controlado como una herramienta para tratar con la existencia. Para los satanistas escépticos, pragmáticos, eso está manejado en la cámara ritual. La dependencia en construcciones fantásticas se vuelve peligrosa cuando los creyentes en religiones espirituales insisten dogmáticamente que sus fantasías personales y colectivas son reales en el mundo, que ellas son la única verdad absoluta y por eso esperan para que el mito los guíe o intentan obligar a otros a compartir éste engaño. Eso ha sido la fuente para incontables guerras, como cualquier estudiante de historia puede observar.
El libro seminal del Dr. LaVey, La Biblia Satánica, publicado en 1969 establece algunos principios básicos:
El satanista toma conciencia que el hombre, y la acción y reacción del universo, es responsable por todo, y no se engaña en pensar que a alguien le importa.
¿No es más sensible adorar a un dios que, él mismo, ha creado, de acuerdo con sus propias necesidades emocionales – uno que represente mejor el propio ser carnal y físico que tiene la idea/poder para inventar a un dios en primer lugar?
De una entrevista de 1986 con Walter Harrington de The Washington Post:
“Satán es un símbolo, nada más” dice LaVey. “Satán significa nuestro amor por lo terrenal y nuestro rechazo a la imagen pálida e inefectiva de Cristo en la cruz”.
Aceptando la premisa axiomática que los dioses no existen como entidades supernaturales significa que los satanistas son ateos de hecho. Sabemos que el mundo objetivo es indiferente a nosotros. Ya que nuestra filosofía es egocéntrica, cada satanista se ve a sí mismo como la persona más importante de su vida. Cada individuo, de esta manera, genera su propia jerarquía de valores y juzga a todo basado en sus propios estándares. Por lo tanto, los satanistas se apuntan a ellos mismos como los “Dioses” en sus universos subjetivos. Esto no significa que piensen tener los poderes de una deidad mitológica, sino que significa que veneran las capacidades creativas de nuestra especie. Así para distinguirse de los ateos, quienes simplemente rechazan a Dios como no existente, se llaman a ellos mismos “Yo-teístas”, con nuestro propio y saludable ego como el centro de nuestra perspectiva. Este es verdaderamente un concepto blasfemo que vuela a la cara de cada una de las otras religiones y es por esto que Satán nos sirve bien como un símbolo. El fue descrito como -el orgulloso-, que se negó a inclinarse ante Jehová. El es aquel que cuestiona a la autoridad, buscando la libertad más allá del atrofiante ámbito del Cielo. El es la figura defendida por Mark Twain, Milton y Byron como el crítico independiente que heroicamente se sostiene por si solo.
LaVey realizó la más detallada presentación de su concepto de cómo funciona Satán en su filosofía en el siguiente monólogo que apareció en el libro de Jack Fritscher, Popular Witchcraft, publicado en 1973.
“No siento que elevando al demonio en un sentido antropológico es tan factible como a los teólogos o a los metafísicos les gustaría creer. He sentido Su presencia, pero solamente como una extensión exteriorizada de mi propio potencial, como un alter-ego o un concepto evolucionado que he podido exteriorizar. Con una plena conciencia, yo me puedo comunicar con esta semblanza, esta criatura, este demonio, esta personificación que veo en los ojos del símbolo de Satán – la cabra de Mendes – al comulgar con ello ante el altar. Ninguno de estos es algo más que una imagen reflejada de la potencial que percibo en mí mismo.
Tengo la conciencia de que la objetivación es de acuerdo a mi propio ego. No estoy engañándome a mí mismo de que estoy llamando a algo que está desasociado o exteriorizado de mí mismo, el altísimo. Esta Fuerza no es un factor que me controla y sobre cual yo no tengo control. El principio satánico es que el hombre voluntariosamente controla su destino; si no lo hace, algún otro hombre – mucho más inteligente que él – lo hará. Satán es, por lo tanto, una extensión de la propia psique o esencia deliberada, por lo que aquella extensión puede a veces contrariar y dar directrices a través del sí mismo de una forma en que se piensa del sí mismo como una unidad individual no puede. De esta forma ayuda a describir de una manera exteriorizada al Demonio. El propósito es tener algo de una naturaleza idólatra, objetiva con la cual estar en comunión. Sin embargo, el hombre posee conexión, contacto, control. Esta noción de un Dios/Satán no es nueva.”
El acercamiento esbozado acá, de crear concientemente una exteriorización del yo con el cual uno comulga únicamente durante el ritual, es un concepto religioso revolucionario del satanismo de LaVey y es un acercamiento de “tercer lado” el que se hace elusivo a muchos para los que ello no es natural. Es una prestidigitación psicológica, no una forma de fe. Establece que para el satanista en ritual, él ES Satán.
Para ser justos, la gente asistiendo a trabajos de los ritos bombásticos y teatrales de LaVey puede no ser capaz de separar la exclamación “¡Viva Satán!” mientras estén en la cámara ritual con la incredulidad en cualquier dios externo fuera de la cámara. Pero entonces, el satanismo no está consignado para todos. Cuando se nos pregunta si existe un próximo volumen de Satanismo para Bobos, respondemos: “El satanismo no está destinado para bobos”. Como él dijo en La Biblia Satánica y frecuentemente en entrevistas: “El satanismo demanda estudio –NO adoración”. La capacidad para pensar es esperada en los satanistas. Así LaVey esperaba que aquellos que apoyaran su filosofía entendieran dónde trazar la línea entre lo fantástico y lo real. El proclamó que era un feriante, y sintió que sus satanistas no debían ser unos ignorantes, confundiendo la mascarada con la realidad. Como un hombre de carnaval, él sabía cómo entretener para atraer la atención y así, entonces, poder presentar ideas más serias. Algunos podrían mirar despectivamente su metodología, desestimando sus más profundas meditaciones debido a los elementos circenses. Sin embargo, yo creo que se podría hacer un caso en que todas las religiones están en el “negocio del espectáculo”, pero la Iglesia de Satán es la única lo suficientemente honesta para admitirlo.
En una entrevista realizada en un LP llamado The Occult Explosion (La Explosión Oculta) de 1973, LaVey explicó cómo la Iglesia de Satán trata diferentes conceptos de Satán:
”Satán es, para nosotros, un símbolo más que un ser antropológico, aunque muchos miembros de la Iglesia de Satán, místicamente inclinados, prefieren pensar en Satán en una forma muy real y antropomórfica. Por supuesto, nosotros no desalentamos esto, debido a que nos damos cuenta que para muchos individuos una imagen, una bien forjada imagen de su mentor o su divinidad tutelar, para ellos es muy importante, para conceptualizar ritualmente. Sin embargo, Satán simbólicamente es el maestro: el informante de los porqués y los por los cuáles del mundo. Y en respuesta a aquellos que nos catalogarían de “Adoradores del Demonio” o fueran muy rápidos para asumir que somos adoradores de Satán, debo decir que Satán demanda estudio, no adoración, en su más verdadera simbología.
Nosotros no nos humillamos; no nos ponemos de rodillas y adoramos a Satán. No pedimos, no imploramos a Satán para que nos brinde lo que deseamos. Sentimos que quienquiera que vaya a ser bendecido por cualquier dios de su elección va a tener que mostrar aquel dios que él es capaz de hacerse cargo de las bendiciones que son recibidas.
Así él apoya la creación de un dios-símbolo basado en las propias necesidades y elecciones estéticas. La fantasía creativa es empleada para la realización emocional, experimentada en el contexto de la cámara ritual. Los satanistas ven a Satán como su símbolo apropiado para concretar aquellas necesidades, una magnificación de lo mejor dentro de nosotros.
Adicionalmente, LaVey especuló sobre la idea que cuando se intenta Magia Mayor, eso podría ser que el operador esté interviniendo en una fuerza que es parte de la naturaleza para magnificar su Voluntad. Esta fuerza está oculta, desconocida y por lo tanto, “oscura”. Pero LaVey no vio la fuerza como una entidad supernatural. En La Biblia Satánica, explicó originalmente “el satanista simplemente acepta la definición (de Dios) que mejor le acomoda”. El sigue de cerca aquello con la definición que él emplea:
Para el satanista, “Dios” – por cualquier nombre que se le llame o por ningún nombre del todo – es visto como un factor de balance en la naturaleza y no como un ser preocupado con el sufrimiento. Esta poderosa fuerza que penetra y balancea el universo es demasiado impersonal para preocuparse de la felicidad o la miseria de las criaturas de carne y hueso en ésta bola de mugre sobre la cual vivimos.
LaVey claramente deposita una fuerza desinteresada, remota –no una personalidad o entidad –que balancea el universo. El lo ve tan indiferente a las formas de vida, como cualquiera de las otras fuerzas, como lo sería la gravedad. Es un mecanismo, no un personaje. Eso no amerita diferencia, contemporización o idolatría. Puede ser nombrado o no. Opera sin el conocimiento de otros seres conscientes. El habló de esto a Burton Wolfe, quien escribió la introducción a La Biblia Satánica:
Por supuesto que LaVey señaló a quién quisiera escuchar que el Demonio para él y sus seguidores no era el tipo estereotipado envuelto en un atuendo rojo, con cuernos, cola y tridente, sino más bien las fuerzas oscuras en la naturaleza, que los seres humanos están recién comenzando a comprender. ¿Cómo pudo LaVey cuadrar tal explicación con su propia apariencia, en momentos de capucha negra y cuernos? El respondió –La gente necesita el ritual, con símbolos como los que encuentras en partidos de béisbol o en servicios religiosos o guerras, como vehículos para gastar las emociones que no pueden liberar o incluso comprender por éllos mismos.
Así LaVey aceptó que actualmente puede haber elementos inexplicados del universo que eran parte de su trama, pero que estos no son sobrenaturales. El sugiere que la mente inquisitiva del Hombre puede eventualmente llegar a entender cómo ellos funcionan. Las implicaciones de éstas ideas ofrecen gran libertad. Puesto que no existe una deidad real vigilando o mandando el comportamiento de nuestras especies, los hombres son libres para imaginarse cualquier tipo de Dios que elijan para satisfacer sus propias necesidades, sin embargo no deberían olvidarse que tales fantasías son solamente eso – nada más.
En aquel mismo pasaje, él también indica la razón principal para comprometerse en el ritual, el que definió como Magia Mayor: este sirve como un medio para la liberación de emociones reprimidas que las personas podían no comprender completamente. Por lo tanto, el ritual posee un propósito ritual; claramente no está pensado como forma de adoración de alguna entidad sobrenatural. El ritual es demostrablemente parte de la cultura humana. LaVey sabía que este sirvió un valor para las personas a lo largo del milenio, incluso si este fue realizado por razones que no cuadraban con la realidad. Esto hizo que la gente se sintiera mejor de lo que habían sentido de antemano. Así, como continuó en La Biblia Satánica, hablando de la búsqueda por una religión apropiada: “Si él se acepta a sí mismo, pero reconoce que el ritual y la ceremonia son dispositivos que sus religiones inventadas han utilizado para sustentar su fe en una mentira, entonces es la MISMA FORMA DE RITUAL que sustentará su fe en la verdad –el esplendor primitivo que le otorgará su conciencia de su propio ser majestuoso le sumará sustancia”. De esta forma el dispositivo del ritual, que él explicó como “auto-engaño controlado”, puede ser de uso práctico para el bienestar del propio estado mental. La verdad referida más arriba es que todos los dioses son una invención de la bestia creativa llamada Hombre.
Para resumir el viaje de un típico individuo observando la realidad para declararse a él mismo un satanista, enumeremos varias afirmaciones:
La Naturaleza abarca todo lo que existe. No hay nada sobrenatural en la Naturaleza. Lo espiritual es una ilusión. Soy completamente carnal. La razón es mi herramienta para el conocimiento, haciendo de la fe un anatema. Cuestiono todas las cosas. Soy un escéptico. No acepto falsas dicotomías. En lugar de ello, encuentro el “tercer lado” el que me acerca al entendimiento de los misterios de la existencia. El universo no es benevolente, tampoco malevolente, es indiferente. No existen Dioses. Yo soy ateo. No existe un propósito intrínseco para la vida más allá de los imperativos biológicos. Así determino el sentido de mi propia vida. Yo decido lo que es de valor. Yo soy mi valor más elevado, y de esta forma soy mi propio Dios. Soy un YO-teísta Bien es aquello que me beneficia y promueve aquello que estimo. Mal es aquello que me hiere y obstaculiza lo que aprecio. Yo vivo para maximizar lo Bueno para mi mismo y para aquellos que valoro. Todo el tiempo me mantengo en control en mi búsqueda del placer. Yo soy un Epicúreo. El mérito determina mi criterio para el juicio de mí mismo y de los otros. Juzgo y estoy preparado para ser juzgado. Busco un resultado justo en mis intercambios con aquellos alrededor mío. Yo, de esta manera, haré a los demás lo que preferiría que ellos me hicieran a mí. Sin embargo, si ellos me tratan pobremente, devolvería aquel comportamiento en grado similar. Comprendo la necesidad humana por símbolos como formas de purificación de complejas estructuras de pensamiento. El símbolo que mejor ejemplifica mi naturaleza como una bestia consciente es Satán, el avatar de la carnalidad, la justicia y la auto-determinación. Me veo reflejado en la filosofía creada por Anton Szandor LaVey. Me enorgullezco de llamarme un satanista.
Estas ideas fundamentales para satanistas funcionan como un cimiento terrenal que encuentran profundamente liberador y dan la bienvenida a la aceptación de nosotros mismos como animales humanos. Para el tipo de persona que siente la necesidad por una figura paterna externa supernatural, la responsabilidad por auto-determinación explícita en ésta ruta podría ser pavoroso. Para el satanista, la creencia en cualquier Dios o Demonio real al cual uno debería comprometerse es repugnante y embrutecedora. “Coinciden en discrepar” con aquellos que están orientados espiritualmente con respecto a sus diferentes acercamientos de vida, de ahí su apoyo al pluralismo en la sociedad. Los satanistas saben que su manera no es para todos. Simplemente solicitan a que los otros sigan sus propios caminos y les permitan ser como son.
-Pero por favor, todos ustedes creyentes, entiendan que no somos simplemente vuestro “reverso”. No somos adoradores del Demonio. Simplemente somos auto-adoradores carnales buscando disfrutar nuestras vidas al máximo. Que encuentren regocijo en el servilismo a tu deidad elegida. ¡Nosotros ciertamente lo haremos!
(Texto originalmente publicado en Las Escrituras Satánicas)