Sueños
Quizás la imaginación fue algo que surgió en mí con una facilidad increíble. No puedo recordar con certeza pero era bastante pequeña, quizás aún no llegaba a los 4 años cuando comenté que yo escogía lo que quería soñar. Un poco simpático pero si.
Al acostarme y cerrar los ojos, me imaginaba sentada en algo como un cine, una pantalla enorme y asientos que se movían como si vagonetas de mina se tratase pero con forma de cunas. Sentada en el centro de la primera fila sabía que estaba rodeada de otros nenes, pero mis ojos siempre estaban en la pantalla. Y como una película, comenzaba el sueño. Yo me veía a mi misma la mayor parte de las veces en tercera persona, representada como una gata blanca parecida a Marie de los Aristogatos. Lo mismo podía asistir a Hogwarts, ir de aventuras a algún sitio no explorado, luchar contra esqueletos gigantes, visitar Disney World o vivir alguna experiencia en el mundo real con esa apariencia.
Incluso, cuando me despertaba, trataba de recordar en qué parte del sueño me quedaba para continuarlo en la noche o en otra oportunidad.
Aún hoy es un don que conservo, el de poder manipular mis sueños a mi antojo. Pero a veces es complicado diferenciar las pesadillas, sobre todo cuando son muy realistas.
Una de las tantas situaciones curiosas que recuerdo, fue una ocasión en la que me había adentrado en un edificio abandonado, y resultó ser el sitio de reuniones para miembros de una mafia. Me sintieron husmeando, y me frustré porque de pronto no me podía hacer invisible, y no sabía cómo escapar.
Actualmente no suelo escoger mucho lo que voy a soñar, a menos que esté escribiendo alguna historia y me enfoco en ella, tratando de continuarla en mis sueños y enfocándome en las escenas de los personajes que necesito. También el recordarlos me hace fácil usar los sueños espontáneos para crear historias nuevas, que apunto al poco rato de despertar.