—¿Cuidar mis palabras yo? —llevo mi mano a mi pecho y suelto una risa sarcástica—. Cuida tú tus movimientos, no me tiembla la mano a la hora de aplastar a los mosquitos que se vuelven fastidiosos —junto mis manos en un aplauso simulando la acción anteriormente mencionada y le otorgo una sonrisa seductora.

—¿Me estás amenazando? —avanza un paso con su ceja enarcada. Nuestros rostros quedan a centímetros, podría observarlo detalladamente, pero no he apartado mi mirada de sus ojos desde que los enfoqué.

—No, no, no. ¿Cómo crees? —me apresuro a negar y hacerme la inocente—. Yo no amenazo ni mando avisos previos, yo efectúo sin reparaciones —llevo mi mano a su mejilla para provocarlo con una caricia, pero la atrapa en el aire.