En general, muchos de los cambios que se hacen en los países comunistas a última hora, como la introducción de cierta propiedad privada de empresas, no se hacen para crear bienestar o permitir libertad económica a la población, son un medio de la élite gobernante para crear las condiciones para apoderarse de los medios de producción públicos dando una apariencia de legalidad en tanto las masas permanecen desposeídas, así fue como se lo hizo en la URSS y los medios de producción, empresas, fábricas, etc., creadas por los trabajadores, terminaron en manos de la cúpula del partido comunista, un gran porciento de la cual terminó millonaria.
En ocasiones incluso esa misma élite provoca la caída final del sistema generando descontento de manera premeditada haciendo que todo funcione cada vez peor.
En países como Checoslovaquia se logró impedir esto en cierta medida y los antiguos comunistas no pudieron ocupar cargos importantes una vez Checoslovaquia se libró de ellos.
Pero por lo común, cuando en un país comunista se empieza a permitir la propiedad privada, casi con seguridad vamos a encontrarnos con que las empresas más importantes terminan en manos de la nomenclatura.
En Nicaragua sucedió así poco antes de las elecciones donde perdió Daniel Ortega frente a Violeta Barrios (1990); como los sandinistas sabían que iban a perder debido a sus fracasos económicos, previamente pusieron muchas propiedades a nombre de antiguos comunistas.
En resumen, por lo visto los comunistas de verdad no existen, son un caso raro, si llamamos comunista de verdad a una persona altruísta más interesada en el bienestar del pueblo que en su propio beneficio (como dice la teoría), y cuando la cosa se les pone difícil, son los primeros en renegar de su pasado no sin antes apoderarse de todo lo posible, eso no se les ha permitido en algunos países en donde se les ha expropiado los bienes mal habidos.