Chucho Valdés se declara exiliado. Pero, esperemos un momento. Exilio, dice la Real Academia: separación forzada del hogar, destierro. Un concepto que evoca imágenes de grilletes y cielos plomizos, de cuerpos errantes sin patria. Sin embargo, ¿podemos considerar a Chucho, un virtuoso que vive entre aplausos, un exiliado verdadero o simplemente un artista que cambia de escenario a su antojo?

Este prominente músico, que cada año surca los cielos hacia Estados Unidos y más allá, siempre bajo las luces del reconocimiento, parece más un elegido que un exiliado. ¿Realmente se puede hablar de exilio cuando la vida de un hombre está marcada por ovaciones y la constante búsqueda de nuevos horizontes sonoros? Uno de los adorados protegidos por parte del Ministerio de Cultura son un guiño irónico en este teatro de sombras.

Pero, claro, no soy quien para juzgar su decisión. Él ha decidido marcharse, y quizás eso lo aleje de una "esclavitud" que él mismo ha estado desafiando durante décadas. Mientras tanto, Otaola se frota las manos ante un nuevo "trofeo" para su espectáculo, listo para extrujar cada gota del drama revolucionario que este exiliado trajo consigo. ¿Es el exilio una liberación o simplemente un cambio de escenario para un artista en busca de su verdad? Solo el tiempo y la música lo dirán.