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No podemos gustar a todo el mundo, esto está comprovadísimo; pero muchas personas se emperran en ello. En primer lugar puede tratarse de un problema de carencia de autoestima. “El criterio del otro siempre pasa ante el tuyo. Todo lo que tú eres o lo que tú piensas no vale, y por eso tienes que dar la razón a los otros”. Querer gustar constantemente y estar pendiente a todas horas también comporta una necesidad de ser validado constantemente. “Las personas que son excesivamente complacientes buscan que constantemente se les diga, buscan la recompensa, la validación exterior; es para tener muy poca autovalía, si necesitas la validación exterior”.
Una de las consecuencias de esta complacencia constante es la frustración. “Hay una trampa mortal en el hecho de ser demasiado complaciente: quieres complacer al otro para recibir algo a cambio, nadie hace nada a cambio de nada y complacer no es gratis. En algún momento, si complaces, quieres un retorno. Y como que el otro se acostumbra que todo es que sí y todo lo que él o ella diga, no te está conociendo, es muy difícil que sepa qué quieres o qué necesitas. Además, tú no expresas lo que quiere, y el otro no lo sabe. Raramente la persona demasiado complaciente recibe lo que necesita”. Así llega la frustración.
Otra consecuencia derivada es que dejas de practicar algunas estrategias importantes en la interacción humana, “como el hecho de pedir, recibir críticas o hacer, poner límites, saber decir que no, parar abusos… Te estás olvidando de practicar la asertividad, y por tanto cuando lo necesites hacer te resultará imposible. Y esto todavía llevará más frustración”.
A todos nos importa lo que piensan los otros de nosotros; la línea para determinar cuando esto puede ser un problema es fina, no es clara. “Una señal que tenemos un problema de carencia de asertividad es cuando nuestras necesidades básicas no quedan cubiertas. Si gustas a todo el mundo pero necesitas cosas que no estás recibiendo, aquí hay un problema. Siempre habrá gente a quien no gustar, es imposible caer bien a todo el mundo, pero si te da igual y estás bien, no hay ningún problema”, dice la especialista.
Que piensas de esto?
Te consideras una persona que intenta caer bien a todos?
Qué consejos les darías a estás personas??
Una de las consecuencias de esta complacencia constante es la frustración. “Hay una trampa mortal en el hecho de ser demasiado complaciente: quieres complacer al otro para recibir algo a cambio, nadie hace nada a cambio de nada y complacer no es gratis. En algún momento, si complaces, quieres un retorno. Y como que el otro se acostumbra que todo es que sí y todo lo que él o ella diga, no te está conociendo, es muy difícil que sepa qué quieres o qué necesitas. Además, tú no expresas lo que quiere, y el otro no lo sabe. Raramente la persona demasiado complaciente recibe lo que necesita”. Así llega la frustración.
Otra consecuencia derivada es que dejas de practicar algunas estrategias importantes en la interacción humana, “como el hecho de pedir, recibir críticas o hacer, poner límites, saber decir que no, parar abusos… Te estás olvidando de practicar la asertividad, y por tanto cuando lo necesites hacer te resultará imposible. Y esto todavía llevará más frustración”.
A todos nos importa lo que piensan los otros de nosotros; la línea para determinar cuando esto puede ser un problema es fina, no es clara. “Una señal que tenemos un problema de carencia de asertividad es cuando nuestras necesidades básicas no quedan cubiertas. Si gustas a todo el mundo pero necesitas cosas que no estás recibiendo, aquí hay un problema. Siempre habrá gente a quien no gustar, es imposible caer bien a todo el mundo, pero si te da igual y estás bien, no hay ningún problema”, dice la especialista.
Que piensas de esto?
Te consideras una persona que intenta caer bien a todos?
Qué consejos les darías a estás personas??